El rock celebra
aniversario y casi todos nos felicitamos. Hay que alegrarse porque esa
manera de hacer música, que rompió moldes y creó nuevas formas, haya
alcanzado una madurez que muchos no auguraban. Lo bueno es que el rock,
al no tener un perfil único por ser multifónico, ilimitado y mutante,
admite variedades; por eso muchos estamos de aniversario.
A mediados del pasado siglo se produjo un fenómeno
social sin precedentes: en una generación la juventud experimentó un
evidente cambio de actitud. La conciencia juvenil se abrió a la búsqueda
de otra visión del mundo y, aunque mucho se lo engulló el sistema,
hubo consecuencias. Entre ellas, nuevas formas de expresión que se
manifestaron, sobre todo, a través de la literatura y la música en
donde surge el fenómeno del rock and roll. Muchas cosas se
quedaron atrás y otras, como el rock, llegaron para quedarse y marcar
nuevos ritmos por caminos contrapuestos que todavía se bifurcan. Una
retícula que se extendió para penetrar el panorama musical y social de
las últimas décadas.
Desde su origen, el rock trascendió el ámbito
musical para convertirse en un concepto sociocultural: nació como
contracultura y se convirtió en movimiento popular para diferentes
ambientes y capas sociales. Es una plaga que se transmite
entre la juventud cada nueva generación, pero que trasciende barreras
de edad porque aquellos pioneros que aún viven siguen llevando el
veneno del rock en sus venas.
La palabra tiene la siguiente definición en el
diccionario de María Moliner: “(ingl.; pronunc. [rocanrol]) m. Género
musical surgido en Estados Unidos hacia los años cincuenta, de ritmo muy
marcado y melodía sencilla y pegadiza. Þ Grunge, heavy [metal], punk,
rockabilly.”
Los antecedentes del rock hay que buscarlos en el gospel, el blues (rythm and blues) y en la música folk (country).
Estos ingredientes, puestos en la coctelera con unas gotas de jazz,
todo batido con la fuerza del inconformismo, produjeron un compuesto
cuya esencia permanece en todas las formas en que fue mutando. El rock
es una música que se fusiona con facilidad –jazz rock, pop rock,
flamenco rock, folk rock, etcétera–, y se adapta a medios y clases
sociales: rock urbano, country rock, heavy metal; rock proletario… El
rock requeriría una larga y lúcida exposición para explicar y
comprender su existencia. En este texto nos conformamos con hacer unos
apuntes sobre su relación con la literatura, simbiosis que se ha
mantenido activa todos estos años.
La literatura en el rock and roll
Si buscamos huellas literarias en la música rock
aparecen decenas de rastros en toda su historia, tanto en los nombres
de las bandas y de las canciones como en las letras que acompañan la
música. La relación sería interminable, pero se pueden apuntar datos
concretos para satisfacer curiosidades. Vamos a hablar, sobre todo, de
autores literarios y libros, por ser ellos las fuentes donde se
inspiraron los músicos rockeros para poner nombres y escribir textos.
Los libros más antiguos de la historia de la
humanidad, leyendas anónimas y relatos contados por escritores de todas
las épocas, están en esa larga lista derivada del afán de los
compositores de rocanrol por musicalizar la literatura. Las grandes
obras literarias captaron desde el principio la atención de esta
música, que paradójicamente muchos califican de bárbara e inculta,
creada e interpretada por individuos antisociales que se drogan y no
tienen base moral.
De la Biblia echaron mano, entre otros, Leonard Cohen para sus canciones “Story of Isaac”(Songs from a room, 1969) o “Hallellujah” (Various positions, 1984). En su último trabajo, Johnny Cash compuso “The Man Comes Around” , basado en el Libro del Apocalipsis (American IV, 2002); y Depeche Mode un tema llamado “Judas” (Songs Of Faith And Devotion, 1993).
Hay canciones fundamentadas en clásicos grecolatinos: la Odisea fue inspiración para Eric Clapton, cuando tocaba en Cream, en el tema “Tales of the Brave Ulysses” (Strange Brew, 1967); Virgin Steele se basa en la Orestíada, tragedia de Esquilo, para componer una ópera-metal en dos actos, The House of Atreus (2000); y Deus Ex Machina, grupo de rock progresivo que canta en latín, tiene el álbum De República (1995), sobre esa obra de Cicerón. La leyenda de Sigfrido sirve a la banda German Oak para su trabajo Nibelungenlied (1976), y no se libran de tener sus versiones en rock autores clásicos como Cervantes, Dante o Shakespeare.
Entre muchos otros escritores, hay que nombrar
algunos de los más solicitados por el rock. El genial William Blake
(1757-1827) fue referencia para el nombre de The Doors; Bob Dylan se
inspiró en “Auguries of Innocence” para componer “Every Grain Of Sand” (Shot Of Love, 1981); The Verve se hizo eco del poema “London” en su tema “History” de A Northern Soul (1995), y Patti Smith le compone una oda, “My Blakean Year”, en Trampim (2004).
Jefferson Airplane, recuerda a Lewis Carroll (1832-1898) en un tema psicodélico de ritmo raveliano, “White Rabbit” (Surrealistic Pillow, 1966). Por su parte, Tom Waits le dedicó un álbum con el nombre genérico de Alice
(2002). Carroll es de los escritores más adaptados en la historia del
rock y quizás de los peor comprendidos, como le pasó a John Lennon, que
compuso para The Beatles la canción “I Am the Walrus” (Magical Mystery Tour,
1967), basándose en el poema de Carroll “La Morsa y el Carpintero”;
Lennon confesó no haber entendido, hasta lecturas posteriores, que en
la morsa el autor había personificado al sistema capitalista. Esa misma
canción tiene mezclada al final una grabación de radio con un fragmento
de El rey Lear, de Shakespeare.
Entre los escritores más requeridos por los
rockeros está Edgar Allan Poe (1809-1849), en quien Alan Parsons Project
se inspiró para su primer trabajo, Tales of Mystery and Imagination
(1976); los españoles Radio Futura se basaron en el último poema
escrito por Poe para componer su tema “Annabel Lee” (1987), y Lou Reed
lo recordó en su disco The Raven (2003).
George Orwel (1903-1950) es referencia para muchas composiciones: el álbum Animals, de Pink Floyd (1977) y el tema de Suede, “We Are The Pigs” (Dog Man Star, 1994), están inspirados por Rebelión en la granja. La novela 1984 influyó en David Bowie para componer Diamond Dogs (1974), y la banda inglesa The Jam utilizó el Homenaje a Cataluña para “Start”, de su disco Sound Affects (1980).
J. D. Salinger (1919-2010) es otro autor que está presente en multitud de canciones, entre ellas “Bananafishbones”, de The Cure (The Top,
1984); “Who Wrote Holden Caulfield?”, de Green Day (1992); “I Fought
In A War”, de Belle & Sebastian (2000), y en el tema “Catcher In The
Rye”, de Guns N’Roses (2008).
Para finalizar este recuento de los escritores más solicitados por el rock, falta J. G. Ballard (1930-2009): Buggles, “Video killed the radio star” (The Age of Plastic, 1979); Joy Division, “Atrocity Exhibition (Closer, 1980); el dúo australiano Empire of The Sun toma su nombre de un texto homónimo del autor; igual que Klaxons, en su álbum Myths Of The Near Future (2007); etcétera.
La literatura beat y el rock
Hay quienes aseguran que existe un antecedente
literario que influyó en el surgimiento del rock –quizás por eso la
música rock va desde sus orígenes unida a la literatura– y echan la
culpa a los escritores de la generación beat de contagiar a la
juventud con esa manera desesperada e inconformista que que tenían de
vivir. Una piña de escritores amigos, que viajaban juntos y exploraban
otras maneras de relacionarse: Jack Kerouac, Neal Cassady, William
Burroughs, Allen Ginsberg, John Clellon Holmes, Herbert Huncke y
Gregory Corso, agarraron esa corriente vagabunda que cristalizó en una
serie de libros donde quedó reflejada su búsqueda frenética de algo
diferente.
Al ser contemporáneos, escritores y músicos
interaccionaron entre ellos. Por su prematura muerte, Jack Kerouac
(1922-1969) fue el escritor que menos se relacionó con los rockeros,
aunque es recordado por muchos de ellos. Estos son algunos ejemplos:
King Crimson se refiere a On the Road en la canción “Neal and Jack and Me”, del álbum Beat
(1982); The Smiths componen “Pretty Girls Make Graves” (1984), con una
de sus frases más comentadas; Elliot Murphy hacía lo propio con “The
Ballad of Sal Paradise” (1987); y 10,000 Maniacs lo aluden directamente
en “Hey Jack Kerouac” (1993).
Pero sin duda fueron Allen Gisberg y William S.
Burroughs quienes más se mezclaron con los músicos de rock. Ginsberg
participó activamente en el movimiento punk rock: en la canción “Ghetto
Defendan”, del álbum de The Clash, Combat Rock (1982), recita
un mantra budista (El Sutra del Corazón); también compartió con el
grupo inglés escenario en algunos conciertos.
En el documental de Yony Leyser, W.S. Bourroughs: A Man Within
(2010), aparecen Patti Smith, Iggy Pop y Thurston Moore, de Sonic
Youth, hablando sobre el autor. Además, se ven fotos del escritor con
Frank Zappa, Mick Jagger, Sting, Kurt Cobain y componentes de los
grupos Blondie, REM, U2, The Clash,
Ministry, etcétera. El término “Heavy Metal” fue sacado de un texto de
Burroughs, al igual que nombres como “Soft Machine” o “Steely Dan”.
También colaboró directamente con varios músicos, entre ellos Tom Waits
o Nick Cave (Smack My Crack, 1987) y Kurt Cobain (The “Priest” They Called Him, 1993)
Ginsberg y Burroughs fueron amigos de la cantante Patti Smith y compartieron a menudo recitales y lecturas. La creadora de Horses
(1975) piensa que hay una conexión real entre Burroughs y el punk:
“Hay pasajes en sus libros en los que profetizó el punk. William tuvo
esa visión del futuro en todo el mundo de Johnny, personaje de la
novela The Wild Boys.”
Burroughs tuvo una columna, “El tiempo de los asesinos”, en la pionera revista de rock Crawdaddy.
Para Joe Strummer, líder de The Clash, “el punk rock fue influenciado
por Burroughs porque yo veo al punk como algo amplio, internacional,
antiautoritario, un redescubrimiento cultural y una revolución
recreativa”. Burroughs elogió y recomendó a los Sex Pistols y es
considerado por muchos el padrino del punk, aunque él mismo declaró:
“No soy punk y no sé por qué me consideran el padrino del punk.”
La literatura de la onda
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Desde otro ángulo, son numerosos los libros que
se escriben sobre rock. Entre ellos podemos diferenciar los que tratan
aspectos concretos –historia, análisis, biografías– y los libros de
ficción que en su trama ponen al rock en lugar destacado. Siguiendo la
temática literaria, centrada en este país, es obligatorio mencionar
que, a mediados de los años sesenta, surgió un grupo de escritores que
crearon la versión mexicana de la literatura beat, bautizados
por Margo Glantz como “la literatura de la onda”. José Agustín (1944),
Gustavo Sáinz (1940) y Parménides García Saldaña (1944-1982), formaron
el núcleo de escritores de la onda. La literatura generada por estos
autores supuso una ruptura con la manera de escribir que se había
tenido hasta entonces en México. Fundamentalmente, incorporaron otro
vocabulario y una temática que estaba impregnada por las inquietudes de
la juventud “en la onda”: marginación, inconformismo, sexo, drogas y
rocanrol.
El resultado es una serie de libros que hoy en día podemos considerar ya clásicos recientes de la literatura mexicana: La tumba (1964), De perfil (1966) y Se está haciendo tarde (1973) de José Agustín; Gazapo (1965), Obsesivos días circulares (1969) y La princesa del Palacio de Hierro (1974) de Gustavo Saínz; Pasto verde (1968), El rey criollo (1970) y En la ruta de la onda (1972) de García Saldaña; y Chin chin el teporocho
(1971) de Armando Ramírez. Son novelas y relatos de jóvenes para
jóvenes donde el viaje es urbano; el desencanto y la inquietud por ser
libres, total; y en ellos la contracultura, la literatura y el rock
están siempre presentes. Como ejemplo, cabe señalar que cada uno de los
relatos de El rey criollo lleva de encabezamiento la letra de
una canción de los Rolling Stones que el autor tradujo al lenguaje de
la onda: auténtica literatura con soundtrack.
El rock como literatura
Queda un último ángulo de esta relación: el rock
como literatura. La parte literaria del rocanrol es muchas veces relato
o historia, pero sobre todo poesía. Por eso bebe en fuentes literarias
para consolidar memorias y excitar creatividades. Músicos de rock como
Leonard Cohen o Bob Dylan han recibido premios literarios por sus
textos; otros son más compositores que poetas, pero en todos coexisten,
en simbiosis íntima, música y literatura: cada una con sus cualidades
propias apoya a la otra y, como resultado, se enriquecen mutuamente.
http://www.jornada.unam.mx
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