martes, 30 de mayo de 2017

Videos sobre Elisabet Cincotta

                                                       
        Voz Ramón Rojas Morel


                                           




                                                                        Voz de María Fischinger.

                                                                                                                          














                       

Voz de Patricia Ortiz.                                                          



















                                                          

  
      Voz de Santoamor 




 









                                                                                                                                                                                                                                                                     Voz Juan R. Sagardía  











  Voz de Ana Lucía Montoya Rendón
                                           



          













                                                                               

 

                                                                                                                                                                   


                

            Voz de Liliana Varela
















                                                 













                                                                          Jorge Luis Estrella habla   sobre la obra de Elisabet Cincotta




                                                                                               PALABRAS DE ALBERTO   PEYRANO    



                                                                                   
             



                                                                                                                                                                                                                  



                 



Plaquette Monografica Ayotzinapa                                      

                                                                                                            Video realizado por Liliana Varela                          

Video LUNA ROSSA Plaquette Monografica  Landais 2014
                                                     

miércoles, 3 de mayo de 2017

El septyimo cielo en los ojos n°57



Publicación gratuita
DIRECTORA :GLADYS CEPEDA
LO PUEDEN ENCONTRAR EN FACEBOOK COMO "EL SEPYIMO CIELO EN LOS OJOS"AGRADECEMOS LA DIFUSIÓN Y EL APOYO ALICIA LORENA CALBAÑO (PRENSA) LogoS:Ana Lucía Montoya Rendón Y Mariela Kusner y Carolina Grillo La gaceta Ilustrada por una cuestion de espacio directamente en facebook alli púeden difundir eventos ,talleres ,o enviar colaboraciones a facebook
.Los que deseen enviar ensayos o notas para el blog pueden contactarse en el grupo de facebook o por mensaje privado siempre citando la fuente ,se agradece la difusion en cada grupo de facebook,por email y los mensajes de apoyo Se agradece el material enviado por los autores y artistas  Algunas de las notas son ext.de Google

Los invito a visitar en FB EL MUTANTE POÉTICO 
LAK-BERNA Pag.y LAK-BERNA Revista 

Conversación con el poeta Alberto Luis Ponzo


En El Jabalí Nr 15, del año 2004, en su décimo año de existencia; la revista dirigida por uno de los amigos poetas más grandes, Daniel Chirom; se publicó un texto inédito de Luisa Futoransky, que relaciono con las palabras de Ponzo.

"La palabra dépaysement, literal 'despaisajearse', me sigue pareciendo una de las más hermosas de la lengua francesa. Tal vez las palabras más precisas son siempre intraducibles, en todos los idiomas. Dépaysement, también quiere decir desorientación, extrañamiento. El despiste, la poesía en estado puro".


Alberto Luis Ponzo

Nació en Buenos Aires en 1916. Ha publicado más de treinta libros de poemas, críticas y ensayos. Sus publicaciones son consideradas representativas de las décadas del 60 y del 70, como "Vigilia", "Encuentro", "Empresa poética" y "Hojas del Caminador".

Algunas de sus obras poéticas: Uno en el mundo, 1965, A puertas abiertas, 1969, Historias salvajes, 1976, Ocupaciones y límites, (Selección 1968-1981), Diálogo de
escrituras (1992), Poesía recobrada (Selección 1972-1995), Ochenta vueltas al mundo de todos los días
(Antología 1960-96), Poemas olvidados (2004), Lugares / En otras palabras (2005), Antología breve (2008), Sobre el secreto trabajo (2009) y Al costado del tiempo
(2010). Por su trayectoria ha recibido, entre otras distinciones, el Gran Premio de Honor de la Fundación Argentina para la Poesía (1992).



Algo ingenuo
No sé a quién dirigir
estas palabras.
Al fuego o a los vientos,
o al hombre que está aquí
y se derrumba
Hay que hacer algo: levantarlo,
hablarle de las cosas,
devolverle su nombre perentorio,
la antigua soledad,
la infancia,
la pobreza
Esa virgen manera de vestirse,
de caminar sin miedo
y conocer la calle por sus poros dorados,
los techos del verano y de la lluvia
Pero no sé a quién acercarme
con mi maquina a cuestas.
No se para quién tiemblan las palabras
o si cuando despierten en mis manos
alcanzaran para tocar el mundo.
No sé a quién llamar y prevenirle:
habla de tu desgracia, de tu olvido,
de tu valor.
Habla para la muerte
que te escucha.

Escribiré
Escribiré
cuando suba por las manos
sobre la espera en movimiento
paso a paso
a saltos o temblores
cada palabra hecha
cada voz innombrada
Casi a ciegas
un tanteo recorre la mirada
palpa el sentido
abre la tierra desierta
abandonada
y lleva el dedo como a un niño
en la aurora del tiempo
Después
nada más sucederá
y vendrá hasta la voz
el despertar no previsto
del silencio

Ludwig Van Beethoven
Una música
como una hoja apacible
rodando en la noche
hasta caer
en la frescura de la tierra

La voz que aguarda
dejar en el oído
su memoria
de antigua soledad

(Los dolores del mundo
agrietan sus manos)

Una sola música
dando vida
llenando el vaso
del deseo

Las formas imposibles en el Museo de Ciencias de Londres

Roberto Romeo Di Vita


Pehuen Co 2017. Marathónica de Poesía y Narrativa.
Escribo esta nota desde la terminal de micros de Bahía Blanca, son las 11,30 horas, con un verano en leve retirada y un otoño de próxima melancolía y algunas ausencias de queridos poetas.
Ya dejamos Pehun co. Sede de la 48 Marathonica René Villar, que por espacio de tres inolvidables jornadas nos cobijó a poetas, narradores y artistas, con un paisaje de hermandad poética, mar, playa, bosque y cielo infinito azul y noches estrelladas.
Desde la terminal de micros, se alejan en el cochecito del tan necesario amigo Hernán Beltramo; uno de los inigualables hermanos Gómez, rumbo a visitar a su hija en el sur de la patria y también se van Denise Sánchez Ippi y Hernán Riveiro), (Deni y Hernu), jóvenes poetas de los pagos de Neuquén.
Abrazos de despedido, nostalgia por el regreso y promesas de volvernos a encontrar en los próximos encuentros. Todos ellos harán una parada en la casa de la escritora de Bahía Blanca Sonia Barrenechea Arriola, para llenar con más amistad las horas del regreso.
Una decena de poetas estuvimos alojados, en una casa conseguida por nuestro hermano poeta, Hernán Beltramo, mentor de esta 48 Marathónica y allí compartimos comidas, mates, cafés, vinos, cervezas y largas charlas hasta el amanecer.
En “Puerto de Sabores”, un hermoso parador ofrecido por sus amigables dueños, se desarrollaron todas las actividades de la Marathónica, con singular nivel de lecturas, actuaciones artísticas y exposición de pinturas.
Jueves 23 fue el día de acreditación, momento de reencuentro y una pausa para culminar la tarde con una doble ronda de lectura abierta, de todos los poetas y escritores allí presentes.
Viernes 24. Comenzamos por la tarde con un Homenaje a Alfred Hopkins, a mi cargo, y luego de una semblanza del poeta y actor; lo conjugamos en un Homenaje a los TREINTA MIL hermanos desaparecidos, víctima de los criminales de la última dictadura cívico-militar-eclesiástica, del 24 de marzo de 1976.

Recordamos a continuación a René Villar a 9 años de su gira, por Horacio Gómez. Luego de la ronda de lectura; la actriz Bety Ferrer presentó “La mujer sola”, una adaptación de Darío Fo, con elevada actuación actoral. Culmino la jornada con doble ronda de lectura y micrófono abierto.
El sábado 25, desde muy temprano Leticia Marconi, nos dio su taller literario “Puentes de Inspiración; la escritora Sonia Barrenechea Arriola, disertó “¿Por qué escribimos? ”, los poetas de Neuquén presentaron sus poemarios “Sobras Completas”, escrito a dos manos entre Deni y Hernu; luego se presentó el libro de Carmen Barrionuevo, “Sueños de Estación Solier”; la escritora Nora Albalat y el escritor Carlos Cartolano presentaron en conjunto la novela “Quien es Delia” y “Poemas-Lucian Freud” . Continuó esa tarde con la Ponencia sobre el poeta búlgaro Jristo Botev a cargo de Jorge Kosturkoff, en un nuevo aniversario de la liberación búlgara de los otomanos. Y me cupo cerrar con un recital de poemas de mi próximo libro “Barricada Poética”.
Entre otras lecturas degustaciones de poemas y rica comida búlgara, abrimos la noche de despedida, con cena y guitarreada a cargo de un excelente con junto folklórico de la zona, entre brindis, empanadas, abrazos y poemas. 

La coordinación estuvo a cargo de la indispensable cordialidad de Marta Castro, nuestra amiga poeta de Punta Alta y toda la buena onda de todos los presentes, el paisaje de Pehuen co y la esperanzada promesa de volvernos a encontrar en la 49 y en la 50 Marathonica donde tiraremos la “casa poética por la ventana”.

Cuentos bajo el sol :Abelardo Castillo

 

LAS PANTERAS Y EL TEMPLO


  Y sin embargo sé que algún día tendré un descuido, tropezaré con un mueble o simplemente me temblará la mano y ella abrirá los ojos mirándome aterrada (creyendo acaso que aún sueña, que ese que está ahí junto a la cama, arrodillado y con el hacha en la mano, es un asesino de pesadilla), y entonces me reconocerá, quizá grite, y sé que ya no podré detenerme.
Todo fue diabólicamente extraño. Ocurrió mientras corregía aquella historia del hombre que una noche se acerca sigilosamente a la cama de su mujer dormida, con un hacha en alto (no sé por qué elegí un hacha: ésta aún no estaba allí, llamándome desde la pared con un grito negro, desafiándome a celebrar una vez más la monstruosa ceremonia). Imaginé, de pronto, que el hombre no mataba a la mujer. Se arrepiente, y no mata. El horror consistía, justamente, en eso: él guardará para siempre el secreto de aquel juego; ella dormirá toda su vida junto al hombre que esa noche estuvo a punto de deshacer, a golpes, su luminosa cabeza rubia (por qué rubia y luminosa, por qué no podía dejar de imaginarme el esplendor de su pelo sobre la almohada), y ese secreto intolerable sería la infinita venganza de aquel hombre. La historia, así resuelta, me pareció mucho más bella y perversa que la historia original.
Inútilmente, traté de reescribirla. Como si alguien me hubiese robado las palabras, era incapaz de narrar la sigilosa inmovilidad de la luna en la ventana, el trunco dibujo del hacha ahora detenida en el aire, el pelo de la mujer dormida, los párpados del hombre abiertos en la oscuridad, su odio tumultuoso paralizado de pronto y transformándose en un odio sutil, triunfal, mucho más atroz por cuanto aplacaba, al mismo tiempo, al amor y a la venganza. Me sentí incapaz, durante días, de hacer algo con aquello. Una tarde, mientras hojeaba por distraerme un libro de cacerías, vi el grabado de una pantera. Las panteras irrumpen en el templo, pensé absurdamente. Más que pensarlo, casi lo oí. Era el comienzo de una frase en alemán que yo había leído hacía muchos años, ya no recordaba quién la había escrito, ni comprendí por qué me llenaba de una salvaje felicidad. Entonces sentí como si una corriente eléctrica me atravesara el cuerpo, una idea, súbita y deslumbrante como un relámpago de locura. No sé en qué momento salí a la calle; sé que esa misma noche yo estaba en este cuarto mirando fascinado el hacha. Después, lentamente la descolgué. No era del todo como yo la había imaginado: se parece más a un hacha de guerra del siglo XIV, es algo así como una pequeña hacha vikinga con tientos en la empañadura y hoja negra. Mi mujer se había reído con ternura al verla, yo nunca me resignaría a abandonar la infancia. El día siguiente fue como cualquier otro. No recuerdo ningún acontecimiento extraño o anormal hasta mucho después. Una noche, al acostarse, mi mujer me miró con preocupación. “Estás cansado”, me dijo, “no te quedes despierto hasta muy tarde.” Respondí que no estaba cansado, dije algo que la hizo sonreír acerca del fuego pálido de su pelo, le besé la frente y me encerré en mi escritorio. Aquélla fue la primera noche que recuerdo haber realizado la ceremonia del hacha. Traté de engañarme, me dije que al descolgarla y cruzar con pasos de ladrón las habitaciones de mi propia casa, sólo quería (es ridículo que lo escriba) experimentar yo mismo las sensaciones (el odio, el terror, la angustia) de un hombre puesto a asesinar a su mujer. Un hombre puesto. La palabra es horriblemente precisa, sólo que ¿puesto por quién? Como mandado por una voluntad ajena y demencial me transformé en el fantasma de una invención mía. Siempre lo temí, por otra parte. De algún modo, siempre supe que ellas acechan y que uno no puede conjurarlas sin castigo, las panteras, que cualquier día entran y profanan los cálices. Desde que mi mano acarició por primera vez el áspero y cálido correaje de su empuñadura, supe que la realidad comenzaba a ceder, que inexorablemente me deslizaba, como por una grieta, a una especie de universo paralelo, al mundo de los zombies que porque alguien los sueña se abandonan una noche al caos y deben descolgar un hacha. El creador organiza un universo. Cuando ese universo se arma contra él, las panteras han entrado en el templo. Todavía soy yo, todavía me aferro a estas palabras que no pueden explicar nada, porque quién es capaz de sospechar siquiera lo que fue aquello, aquel arrastrarse centímetro a centímetro en la oscuridad, casi sin avanzar, oyendo el propio pulso como un tambor sordo en el silencio de la casa, oyendo una respiración sosegada que de pronto se altera por cualquier motivo, oyendo el crujir de las sábanas como un estallido sólo porque ella, mi mujer que duerme y a la que yo arrastrándome me acerco, se ha movido en sueños. Siento entonces todo el ciego espanto, todo el callado pavor que es capaz de soportar un hombre sin perder la razón, sin echarse a dar gritos en la oscuridad. Acabo de escribirlo: todo el miedo de que es capaz un hombre a oscuras, en silencio.
Creí o simulé creer que después de aquel juego disparatado podría terminar mi historia. Esa mañana no me atreví a mirar los ojos de mi mujer y tuve la dulce y paradojal esperanza de haber estado loco la noche anterior. Durante el día no sucedió nada; sin embargo, a medida que pasaban las horas, me fue ganando un temor creciente, vago al principio pero más poderoso a medida que caía la tarde: el miedo a repetir la experiencia. No la repetí aquella noche, ni a la noche siguiente. No la hubiese repetido nunca de no haber dado por casualidad (o acaso la busqué días enteros en mi biblioteca, o acaso quería encontrarla por azar en la página abierta de un libro) con una traducción de aquel oscuro símbolo alemán. Leopardos irrumpen en el templo, leí, y beben hasta vaciar los cántaros de sacrificio: esto se repite siempre, finalmente es posible preverlo y se convierte en parte de la ceremonia.
Hace muchos años de esto, he olvidado cuántos. No me resistí: descolgué casi con alegría el hacha, me arrodillé sobre la alfombra y emprendí, a rastras, la marcha en la oscuridad. Y sin embargo sé que algún día cometeré un descuido, tropezaré con un mueble o simplemente me temblará la mano. Cada noche es mayor el tiempo que me quedo allí hipnotizado por el esplendor de su pelo, de rodillas junto a la cama. Sé que algún día ella abrirá los ojos. Sé que la luna me alumbrará la cara.

Poesía a dos voces :Abelardo Castillo



“LA FORNICACIÓN ES UN PÁJARO LÚGUBRE”

Escucha cómo cae la lluvia,
como si no hubiera amor ahí
ni luz, nada más líquido, más sonoro,
como si sólo eso quedara,
sin amor sin tiempo
sólo mi mano que cierra casi todo,
tus párpados como a un muerto,
y de a una cada mano tuya, agua en los párpados,
yéndose de cada mano
como se va de una piedra o de un bosque,
sin apuro cae, 
sin malicia, inunda lo que no debería,
escucha cómo cae
solamente,
como si nadie viviera ni me tocara ahora
o nunca me tocara
salvo lluvia
como si la fornicación fuese congoja pura,
un pájaro lúgubre,
escucha, escucha cómo cae
mi cabeza en el magma de tu axila,
sin amor, sin tiempo, 
disonancia,
como si esto o lo otro
o lo de más allá
acabara siendo lluvia,
algo de placidez
o de borrasca,
como un náufrago que espera no la isla
sino la nada, como si no hubiera tiempo, amor,
y un pájaro lúgubre gritara la desesperación del mundo
lluvia sobre un techo de zinc,
y fuera eso, 
lluvia que cae sobre un techo de zinc,
el mundo sin necesidad,
como un pájaro que pierde el vuelo y cae
extenuado, apenado de sí mismo,
sostuvo el cielo allá arriba
entre las alas, y ahora, no pienses,
escucha,
no, así no, por qué así, 
escucha cómo cae la lluvia.

De La dicha (bajo la luna, 2004), recopilado en La mitad de la verdad (bajo la luna editorial, 2008)

El septyimo cielo en los ojos n°60