martes, 5 de septiembre de 2017

Flavio Crescenzi

 Juan Larrea y su interpretación poética de Hispanoamérica


Es probable que para muchos de los lectores de estos días el nombre de Juan Larrea signifique poca cosa. En el mejor de los casos, los más perspicaces lo asociarán a los comienzos del ultraísmo, es decir, a su paso por la poesía de vanguardia, pero sin poder agregar muchos más datos.[1] No obstante, la obra de Juan Larrea excede ese período y, como veremos enseguida, también el género que principalmente lo encarnaba.

Larrea fundó en París, junto a César Vallejo, la revista Favorables París Poema (1926). Algún tiempo después, tras el estallido de la Guerra Civil, viajó a México y creó allí dos importantísimos órganos de difusión para las voces españolas del exilio: España Peregrina, de corta duración, y Cuadernos Americanos, que continuó varios años y, de hecho, conservó la estructura que Larrea ya le había dado en los primeros números. Obtuvo posteriormente la beca Guggenheim, beca que le fue renovada en siete ocasiones; su tema de investigación fue el mito de Santiago. También publicó en Nueva York un libro en inglés sobre el Guernica de Picasso, que, según tengo entendido, aún no cuenta con una edición en español.

Sin embargo, el período más original de la obra de Juan Larrea comienza con el libro Rendición de espíritu (1943), obra que no dudaría en calificar de trascendental por el contenido profundamente renovador de su tesis: el fin de la cultura europea y su traslado a Hispanoamérica. En efecto, este libro expone por primera vez la teoría de que las tres ciudades claves de la cultura occidental son Jerusalén, Roma y Santiago de Compostela, que afectan a «las tres dimensiones temporales de pasado, presente y futuro»[2]. Como es de suponer, Larrea elige cada una estas ciudades como símbolos; por consiguiente, para él, Jerusalén representaría «dentro del lenguaje teológico-cultural»[3] al Padre; Roma, al Hijo, y Santiago de Compostela, al Espíritu.[4] Larrea cree ver un anticipo de estos hechos en la Divina comedia, pues Dante sitúa el Paraíso «en la cima de la montaña situada en los antípodas de Jerusalén», que, para Larrea, no eran otros que los Andes sudamericanos. Dicho de otro modo, para nuestro autor, la «rendición de espíritu» de la cultura europea sólo podrá llevarse a cabo en el Nuevo Mundo.

Si bien estos asuntos se repiten de alguna manera en el libro El surrealismo entre el Viejo y Nuevo Mundo,[5] publicado un año más tarde, recién con la aparición de Teleología de la cultura (1965), Larrea logra establecer una síntesis definitiva del conjunto de sus teorías. Este libro, de marcado sesgo autobiográfico, narra también su ingreso en la Universidad de Córdoba, donde, entre otras cosas, dictó una conferencia sobre César Vallejo, que luego derivó en un seminario que durante muchos años reunió a profesores y críticos para estudiar minuciosamente la vida y la obra del extraño e influyente poeta peruano. Los varios números de la revista Aula Vallejo resultaron ser una grata consecuencia de dicha experiencia.

Existe otro libro que puede ayudarnos a comprender el complejo pensamiento de Larrea, pensamiento que, naturalmente, aquí sólo bosquejamos. Me refiero a Corona incaica, fruto de sus estudios de arqueología prehispánica en el Perú. En el prólogo de dicho libro afirma que, a partir de esos estudios, tuvo la convicción «del valor que el destino de América encerraba para la humanidad futura»[6].

En suma, para Larrea, la historia del hombre es un proceso en marcha hacia un punto «predeterminado en realidad estricta no del tiempo ni del espacio, sino del ser»[7]. Ese punto no es otro que el Nuevo Mundo, territorio conjetural y profético que es explicado por Larrea en esta serie de libros ensayísticos, libros en los que se mezclan la poesía y la razón, aquellos «entes de imaginación», según sus también conjeturales y proféticas palabras. 


[1] En puridad, deberíamos decir que Larrea era más bien creacionista. De hecho, se sabe que conoció el creacionismo antes que Gerardo Diego, de quien se dice fue su mentor. Su poesía está reunida los libros  Oscuro dominio (1934) y Versión celeste (1970).

[2] Juan Larrea. Rendición de espíritu, México, Cuadernos Americanos, 1943.
[3] Juan Larrea. Óp. cit.
[4] Las peregrinaciones a Santiago bien pudieron haber prefigurado el impulso hacia América; de hecho, después del descubrimiento, las peregrinaciones compostelanas desaparecen.
[5] En Leer al surrealismo menciono este libro para establecer la vinculación espiritual entre Larrea y el surrealismo, algo de lo que ya había hablado Vittorio Bodini en Los poetas surrealistas españoles.
[6] Juan Larrea. Corona incaica, Córdoba, Universidad de Córdoba, 1960.
[7] Juan Larrea. Óp. cit.
 
 http://elescondrijodelamanuense.blogspot.com.ar/

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