jueves, 23 de noviembre de 2017

Dario Fo


“La comedia es la forma de expresión más elevada que conozco”

Dice que nació “politizado”. Rey de la farsa, cómico impenitente, fue símbolo de la cultura revolucionaria italiana en los años 60 y 70. En los 90, y con el Nobel de Literatura de 1997 bajo el brazo, Dario Fo se convirtió en el ejemplo de artista comprometido. Ahora, el autor y director se prepara para dirigir la ópera de Rossini La Gazzetta, y ha comenzado la redacción de sus memorias. En Madrid, la compañía Uróc estrena Pareja abierta el próximo 5 de julio en el teatro Alfil. Su mujer y fiel colaboradora, Franca Rame, escribe para EL CULTURAL sobre el trabajo diario con Fo y el proceso de creación de sus obras.




Entrevistar a Dario Fo es convertirse en uno de sus personajes. Su casa es un camarote de los hermanos Marx en el que cada vez coge el teléfono una persona distinta. “Il maestro labora”, dice uno. “Il maestro dorme”, dice el siguiente. Finalmente, “il maestro riposa” y puede atendernos. Lo hace mientras escucha un aria de Rossini: su próximo trabajo como director, en este caso de escena y vestuario en la ópera La Gazzetta, que estrenará el próximo 11 de agosto en el Rossini Opera Festival (Pesaro, del 10 al 24 de agosto). “Perdóneme que esté un poco ido, pero tengo la cabeza en la música”, nos dice.

Música para el trabajo y tinta para escribir sus memorias. “Il maestro” -como le llaman en su entorno-, controvertido premio Nobel de Literatura, también ultima su autobiografía. Fo recuerda y el montón de folios va aumentando. Hijo de un jefe de estación y una campesina, es autor de 47 comedias, tres películas y más de 60 canciones. Ha dirigido 80 obras en los escenarios de todo el mundo, desde la Comedia francesa a la ópera de Pekín, y su carrera ha estado plagada de éxitos y de encontronazos con la censura y el poder oficial.

Un bufón humillado

Cuando en 1997 recibió el Nobel por “emular a los bufones de la Edad Media con sus ataques a la autoridad y por mantener la dignidad de los oprimidos”, confesó que el premio era “una compensación por tantas humillaciones sufridas a lo largo de nuestra vida”. Ahora, más tranquilo, pero no menos inquieto, Fo hace memoria, y la escena se echa a temblar.

-Respecto a Pareja abierta, que ahora se estrena en el teatro Alfil de Madrid el día 5 de julio, ¿qué le llevó a escribirla y que significa dentro de su producción teatral?
-El origen es autobiográfico, como en casi todas mis obras. Es una historia familiar, de hipocresías, engaños... una mezcla de diversos sucesos que me ocurrieron o me contaron. Partiendo de ahí trabajamos basándonos en las improvisaciones con Franca Rame y con otras personas... y así surgió el texto.

-En algunos momentos recuerda a Woody Allen.
-Sí, es cierto. Cuando el tema es análogo hay forzosamente un parecido, pero en Pareja abierta el desarrollo es diferente. Yo estoy más cerca de la comedia del arte que de la comedia americana de Allen.

-Además va a estrenar una ópera y prepara sus memorias. ¿En qué estado se encuentran ambos proyectos?
-El montaje La Gazzetta se estrenará pronto en Pesaro y estoy muy ilusionado con él. Por eso, ahora la música me acompaña a todas horas. También estoy muy ocupado redactando mis memorias, lo que me lleva cierto tiempo diario. Uno se expresa en sus obras, en las que refleja parte de su propia vida; pero no deja de ser vida transformada literariamente. En el teatro, la vida de uno es el punto de partida; al escribir tu autobiografía, se convierte en el punto de llegada.

Vida y obra se cruzan en las propuestas escénicas de Fo. Si en la década de los ochenta las luchas sociales centraron obras como Aquí no paga nadie, o Bocinas, trompetas y frambuesas, en los noventa la crítica política cede terreno a la social. Tengamos el sexo en paz o esta Pareja abierta (1983), que estrena Juan Margallo y su compañía Uróc en Madrid, giran en torno a las contradicciones de la pareja, la lucha de la mujer y los tabúes de la educación sexual en nuestro tiempo.

Un Papa liberal

De lo que siempre ha estado cerca el Premio Nobel es de la subversión y la denuncia que muchas veces le ha hecho sufrir los cortes de la censura. En 1990 estrenó El Papa y la bruja, junto a Rame, en la que Fo interpretaba a un Papa polaco que promulga una encíclica a favor de la liberación de la droga, el uso de anticonceptivos y el retorno de la iglesia a la pobreza. Su concepto del arte como algo “social, político, contra la opresión” ha estado presente en todos sus proyectos.

-En 1969 creó un grupo cuyos estamentos recogía como objetivo “ponerse al servicio de las fuerzas revolucionarias para llevar a la clase obrera al poder”. ¿Sigue teniendo actualmente una razón de ser este objetivo?
-Por supuesto. Siempre hay que luchar por la idea de la masa al poder. Yo sigo combatiendo a través de mi teatro por los problemas de la salud, de la respirabilidad del aire, la contaminación de los coches, la acústica... Aquí, en Milán, cada día hay tres muertos de cáncer producido por la contaminación atmosférica. Esas son las cosas contra las que hay que luchar: es “la indignación ante la tragedia”.

-¿Esa indignación debe ser el verdadero motor del teatro?
-El teatro nace del contacto con el público, que es algo muy real. Por eso el teatro jamás debe salirse de la realidad. Como decía un escritor ruso, “Contad, hombres, vuestra historia”. Incluso cuando representas un clásico, Shakespeare, por ejemplo, que habla de cosas “antiguas”, estás hablando de tu tiempo. La humanidad cambia sólo en apariencia. Pero la hipocresía, el racismo... todo eso ha existido siempre y sigue existiendo. Hay cosas que se repiten fastidiosamente, que pueden decirse en vaqueros o con jubón, pero que son las mismas.

-¿Qué provoca su indignación a día de hoy?
-¿Qué me indigna hoy? Todo lo que es contrario a lo que busco con mi teatro: me indigna la hipocresía, el poder que siempre quiere más poder, el uso de las guerras para imponerse... Me indigna la gente que no se implica. Callar es una forma de colaborar. No entrometerse no quiere decir no participar, aunque es la forma más indigna, más incomprensible, más mansa de hacerlo.

- ¿Mantiene la esperanza de modificar la realidad con su trabajo?
-Uno debe tomar conciencia de las cosas que pasan a su alrededor, y debe ser parte de ellas. Jamás debemos aceptar que “las cosas son como son”. Es necesario dar una dimensión moral a la vida, luchar por cambiar aquello que crees que no está bien.

Implicaciones políticas

Muerte accidental de un anarquista, escrita en el año 70 y su obra más conocida, se basaba en un hecho real: la aparición de un ferroviario anarquista muerto tras un interrogatorio con la policía de Nueva York, que le acusaba de un atentado que causó varios muertos. ¡Pum, pum,! ¿quién es?¡la policía!, y La mueca del miedo son obras que realizó junto a compañías como Nueva Escena o La Comuna -este último, ligado a la izquierda extraparlamentaria a mediados de los 70-. Su implicación política fue la causa de los sucesos de 1973: Franca Rame fue secuestrada y violada por un grupo fascista. Más tarde, Fo fue arrestado y encarcelado en Cerdeña.

-¿No hay nada en la realidad digno de su celebración?
-Bueno, creo que estamos en tiempo de provocación, no de celebración. Hay que provocar al público, y que éste celebre que se le provoca.

-¿El arte que no se compromete no es arte para usted?
-El compromiso se puede expresar de muchas formas. El lenguaje de Cézanne, por ejemplo, era otro distinto, pero no se puede decir que no sea comprometido o que no arriesgue. Al principio los críticos se reían de sus obras, y ahora nos reímos de esos críticos.

-Ha sido tachado de incómodo, y sus obras de desagradables...
-El teatro debe tocar en el espectador aquello que el público no quiere que le toquen, por incómodo, por desagradable. Debe sacar a la superficie las cosas que lleva dentro sin saberlo, o sin querer saberlo. El espectador es como un gato que se deja acariciar, pero al que hay que azuzar de vez en cuando. Al final, siempre lo agradece.

“Mi vida ha sido una vida aventurera y llena de peligro, pero de verdad. Y soy feliz de que así haya sido”. Con esta frase Fo resume su viaje vital que comenzó en Sangiano (Italia) en 1926 y que le ha llevado del Premio Nobel a su candidatura a la alcaldía de Milán, pasando por la cárcel. La prisión también fue el destino para algunas compañías españolas que durante el franquismo se atrevieron a representar las obras de Fo. Ese espíritu combativo que ha presidido todos sus actos también estaba presente cuando el Nobel firmó, al poco de serle concedido el Premio, un llamamiento al Gobierno español para que negociase con ETA.

-¿Por qué está luchando ahora?
-Por lo mismo de siempre. Cambian las cosas concretas (ahora se llama globalización) pero en el fondo es siempre la misma lucha por la dignidad y contra la hipocresía.

-¿Se han quedado en el camino metas por cumplir?
-Creo que no hay ilusiones no cumplidas. Una reivindicación no es una ilusión, o al menos no debe verse como tal.

Contra la mundialización

»Todavía hay cosas por las que pelear: Hoy por hoy se debe luchar contra el problema horrible de la mundialización, del interés...

-Autor, director, actor, pintor, candidato a alcalde... ¿desde dónde se llega mejor a ese compromiso?
-Como ciudadano es como mejor se llega a ese compromiso. Todo lo demás son variaciones, formas de demostrar ese compromiso que uno debe adquirir como ciudadano.
Para conseguirlo, Fo no duda en utilizar todos los medios a su alcance, incluyendo las nuevas tecnologías. Su página en internet (www.dariofo.it) es curiosa y esclarecedora. En ella se pueden encontrar desde sus cuadros digitalizados -Fo es un consumado pintor- hasta una obra inédita -La confessione- o un texto que va escribiendo por entregas en la red -Il porco-. Fo y Rame también firman combativos artículos sobre Berlusconi, y ofrecen links sobre Cuba, o el movimiento verde.

-¿Desde la comedia se ve más claramente la tragedia?
-La comedia es la forma de expresión más elevada que conozco. Shakespeare era un autor cómico que también escribía tragedias. En Romeo y Julieta, que todo el mundo clasifica como tragedia, hay pasajes cómicos excepcionales. No hay trágico que no sea ante todo un cómico. Quien no ve el lado cómico de la vida no es capaz de comprender completamente su tragedia.

-Alguna vez ha comentado que “el oficio del actor es el del ladrón”. ¿Cuál ha sido el mayor triunfo ganado por usted para esta profesión?
-No sólo el trabajo del actor es el trabajo de un ladrón, también el del creador. Traduttore, traditore, (traductor, traidor) dice un dístico famoso. Pues no sólo el traductor es un traidor, un ladrón...

El estilo de los clásicos

»De una idea robada surge otra que tal vez sea más eficaz. Es imprescindible estudiar a los clásicos. Esto es algo evidente, pero parece que la gente no lo sabe, ni los críticos tampoco, hay que explicárselo continuamente... Cuando representas un clásico lo estás haciendo con tu estilo, y eso ya es creación. Luego puedes dar un paso más o no darlo. Puedes convertir la Marcha Turca de Mozart en rock, como hace Franco Battiato, o hacer una canción completamente original. Pero si optas por hacer una canción nueva, no puedes olvidarte tampoco de que han existido Mozart y Bach, porque ignorándoles no niegas su existencia, sino el interés de la tuya... No puede haber un buen músico que no haya estudiado a Mozart o un buen dramaturgo que no haya estudiado a Shakespeare.

Fo avisa que se ha acabado la ópera de Rossini y con ella nuestro tiempo. “Il maestro” vuelve a su trabajo, a improvisar situaciones de la vida cotidiana, que es la comedia más trágica que nadie haya escrito.
http://www.elcultural.com

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