Esto fue publicado en la web del CNBA (Colegio Nacional de Buenos Aires) en el año de Homenaje a Liszt
Enlaces en video para escuchar las obras:
La
música nos brinda un viaje a épocas, lugares y situaciones
totalmente ajenas a nuestra realidad. Predispone el espíritu a una
experiencia que motiva nuestra imaginación y nuestros sentidos.
Podemos escuchar un pasaje de una obra y en ese momento encontrarnos
en un momento especial de nuestras vidas, rodeados por aromas y
colores especiales a los que nos llevó esa serie de sonidos
entrelazados, aparentemente tan sencillos que apenas reparamos en
ellos.
Ya
en la antigüedad el Hombre se había percatado de la energía que
este arte sonoro emanaba y cómo afectaba a sus pares, por eso los
griegos, en sus obras teatrales, representaban la historia con
declamaciones y canto. Siglos después la Iglesia entendió que para
acercar al pueblo a sus creencias, la música era la manera ideal.
Siempre con la palabra como medio, se crearon obras descriptivas,
narraciones épicas o declaraciones sentimentales, generalmente con
acompañamiento instrumental que confirmaban los estados anímicos de
dichos textos.
Pero
uno de esos seres geniales que llegan a nuestro mundo, amante de la
literatura y la poesía, nos reveló esas mismas historias sin
utilizar epíteto alguno, nos sugirió un Fin y dejó libre albedrío
a la imaginación para generar el Medio. Ya con antecedentes
grandiosos como lo fueron Ludwig Van Beethoven con su Sinfonía
Pastoral, y Héctor Berlioz con su “Sinfonía Fantástica”, Franz
Liszt
liberó todo su potencial a la orden de esta forma de contarles a
los demás, a su público, aquellos hechos y sensaciones que quería
transmitir. Heinrich Heine escribió sobre él, luego de escuchar un
recital:
“Cuando
interpretaba, por ejemplo, una tormenta en el piano, podíamos ver
los relámpagos en su rostro, sus miembros temblaban como agitados
por el viento y sus largos rizos goteaban como mojados por la lluvia
que intentaba describir”
Desde
el piano, Liszt renovó la técnica de ejecución a tal punto, que su
amigo y admirador, el compositor Camile Saint-Saëns afirmó en 1893:
”Puedo
compararla con la revolución que produjo Víctor Hugo en el
mecanismo de la lengua francesa… Esta gran evolución sonora que ha
logrado se ha convertido en la base y la condición indispensable
para la ejecución moderna”.
Alrededor
de 1850, lo que el entorno artístico afín a Liszt llamaba “música
del porvenir” dio pie a nuevas maneras de trabajar las
composiciones, nuevas formas y expresiones que defendía la
interrelación con otras artes y por ello pretendía que las
composiciones podían escribirse si se seguía un programa ajeno a la
propia música, (opuesta a la denominada “música pura”), es
decir, inspirarse, por ejemplo, en una obra de teatro, o una novela.
Dos géneros resumirían esta nueva vision del fenómeno musical: el
Cuaderno Pianístico y el Poema Sinfónico en el plano orquestal.
El
primero tiene como ejemplo una serie de composiciones reunidas en los
tres volúmenes de Années de pèlerinage (Años de peregrinaje), en
los que Liszt, como incansable viajero, plasma, a través de su
música, intensas experiencias vitales y momentos de gran
introspección. Cuando se presenta este ciclo de manera integral, se
intercalan las obras musicales con textos poéticos o
autobiográficos, íntimamente vinculados a la gestación de esta
colosal serie, sin duda uno de los importantes de la literatura
pianística de todos los tiempos.
El
segundo, cuyos orígenes según el propio Liszt se remontaban a las
oberturas de Beethoven (Egmont) y Mendelssohn, designaba una obra de
dimensiones relativamente largas, que solía constar de un solo
movimiento que contenía una alternancia similar a la de los
movimientos de las sinfonías, pero en el que se habían anulado las
interrupciones características de las mismas. El resultado era una
obra de carácter más abierto, en la que un tema podía aparecer en
tantas ocasiones como lo requería la obra, entremezclarse con otros
motivos, sucederse en un tratamiento mas rápido o mas lento, o
incluso enunciarse y no someterse después a ningún desarrollo. El
primero que compuso se inspiró en una obra de Víctor Hugo titulada
“Ce qu´on entend sur la montagne” (Lo que se oye en la montaña,
de 1827).
Una
de sus obras más famosas es la Sinfonía Fausto, basada en el Fausto
de Goethe, si bien lleva el nombre de Sinfonía, cada uno de los tres
movimientos conforman un poema sinfónico a gran escala. Dice Pola
Suárez Urtubey que dicha obra es una sinfonías poemática, ya que
“su estructura no es la de una ortodoxa sinfonía clásica aunque
pueda encontrarse cierta acomodación a ella. En realidad se trata de
tres poemas sinfónicos vinculados temáticamente. La primera parte
se titula “Fausto”, la segunda “Margarita” y “Mefistófeles”.
Cada personaje del drama metafísico de Goethe encontrará su símbolo
musical a través de uno o varios temas propios. El tema básico e
inseparable del personaje de Fausto es todo un hallazgo, pues pasa
por los doce sonidos de la escala cromática, lo cual le confiere una
movilidad tonal, una sensación de inquietud, que traduce
maravillosamente las dudas existenciales de Fausto y su ansiedad por
penetrar en los mas remotos secretos de lo desconocido. Un tema
lirico, dulce y suave caracteriza a Margarita, en la segunda parte,
donde, naturalmente reaparecen algunos de los temas de Fausto. Para
Mefistófeles no crea ningún tema nuevo, porque se trata de un
espíritu negativo, falso. El mal no puede crear. Partiendo de esta
premisa, lo caracteriza con temas de Fausto y los deforma, los
caricaturiza, los metamorfosea, hasta que la aparición del tema de
Margarita, la redentora, según el criterio romántico de lo
femenino, termina por vencer al mal. Cuando Fausto queda así
salvado, tenor y coro masculino entonan, sobre el tema de la mujer,
las ultimas palabras del Fausto de Goethe, como glorificación del
Eterno-femenino”.
Liszt,
de espíritu inquieto, siempre revisaba obras propias y ajenas, las
interpretaba al piano y realizaba arreglos y transcripciones de sus
obras orquestales para dicho instrumento. Tal es el ejemplo del
primero de los cuatro Valses a Mefisto, cuya composición fue
orquestal, pero al poco tiempo escribió la versión para dueto y
luego para piano solo, que suele figurar regularmente en recitales. A
diferencia de la Sinfonía Fausto, esta obra se basó en un episodio
de la obra de Nikolaus Lenau, que transcurre en la taberna del
pueblo: Fausto y Mefistófeles (como cazador), entran en un bar donde
se está celebrando una boda. Mefisto toma un violín de uno de los
juglares, lo afina (representado en la pieza de Liszt por las quintas
al inicio del vals) y comienza a tocar una frenética melodía.
Después, el vals se ralentiza y da inicio a un nuevo tema amoroso,
que embelesa a los campesinos allí presentes. Fausto aprovecha la
situación, baila con la novia y, luego de cortejarla, se fuga con
ella hacia el bosque. Un ruiseñor canta una melodía y la música de
Liszt crece hasta un impresionante clímax cuando la pareja "es
tragada por las impetuosas olas del rapto amoroso" (según el
texto de Lenau). Previamente al cenit de la huida de la pareja, Liszt
hace reaparecer el sensual tema lírico del vals.
Particularmente,
como pianista e intérprete de obras de Franz Liszt, no puedo dejar
de mencionar la fascinación que me provoca, más allá de las
resoluciones técnicas del instrumento, la búsqueda de sonoridades,
de timbres y tempos musicales, la degustación de las armonías, la
fuerza de ciertos pasajes y la delicadeza de otros, que logran
realmente envolver a quien escucha, en esa musicalidad que renace en
mi, transmitida por el autor, quien me brinda la posibilidad y el
honor de interpretar sus historias.
Lorena
Brito Enlaces en video para escuchar las obras:
Vals
Mefisto:
(Fue elegida esta versión porque las tomas están hechas desde
arriba y se ve bien el movimiento de las manos)
Otras
versiones que recomiendo son las interpretadas por Artur Rubinstein o
Claudio Arrau.
Años
de Peregrinaje: “Juegos de agua de la villa del Este”
Sinfonía
Fausto:
Mov.
I Fausto (1/4)
Mov.
II Gretchen (1/3)
Mov.
III Mefistófeles (1/3)
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