El poeta calvo de Sarandí
Nos habíamos encontrado en algunos de los actos de la Sociedad de Fomento y Cultura D.F. Sarmiento de Sarandí. Colaboraba este cronista en la organización de muestras pictóricas, recitales de música y poesía y el reordenamiento de la biblioteca. Se acercó una noche de ésas, muy tímidamente, luego de un acto. Conocía a qué me dedicaba y qué hacía sin que hasta ese momento intercambiáramos dos palabras. “Soy letrista, pinto carteles de publicidad…” se atajó. “…y a veces pinto cuadros… y también escribo algunas poesías…” agregó como al pasar, sin darle mucha importancia. Y eso estableció una conexión, un puente de ida y vuelta que iba a conservarse durante muchos años. Como los dos éramos del barrio, le dí los datos para que algún día, si quería, me trajera algunos de sus escritos… para conocerlo mejor.
Nos habíamos encontrado en algunos de los actos de la Sociedad de Fomento y Cultura D.F. Sarmiento de Sarandí. Colaboraba este cronista en la organización de muestras pictóricas, recitales de música y poesía y el reordenamiento de la biblioteca. Se acercó una noche de ésas, muy tímidamente, luego de un acto. Conocía a qué me dedicaba y qué hacía sin que hasta ese momento intercambiáramos dos palabras. “Soy letrista, pinto carteles de publicidad…” se atajó. “…y a veces pinto cuadros… y también escribo algunas poesías…” agregó como al pasar, sin darle mucha importancia. Y eso estableció una conexión, un puente de ida y vuelta que iba a conservarse durante muchos años. Como los dos éramos del barrio, le dí los datos para que algún día, si quería, me trajera algunos de sus escritos… para conocerlo mejor.
No fue muy
rápido el reencuentro. Casi ya me había olvidado de aquella
conversación. Una tarde tocan el timbre de mi casa y su figura, más
baja que la mía, se acurruca en el umbral de la puerta como
avergonzada… Recién allí sé cómo se llama… “Julio… Julio
Bruno”, me dice. Le prometo leer sus trabajos y encontrarnos alguna
tarde en la “Sarmiento”.
Al leer sus
textos descubro a un poeta íntimo, cargado de metáforas, sin perder
esas raíces populares y humanistas que seguramente lo nutrían…
“La casa / una posibilidad y mucha suerte / apenas para ocultar las
intimidades / las risas de los chicos / Las voces traspasan las
paredes / igual que el frío / piel de cebolla / prefabricadas / una
suerte hoy en día…” Por supuesto que busqué publicar algunos
de sus poemas en algunas de las revistas o diarios en los que
colaboraba entonces.
En 1964
participa del certamen que organizamos en el Consejo del Escritor de
Avellaneda y resulta elegido entre los cinco poetas que integraron el
libro “Cinco poetas de Avellaneda”
Se agregó
enseguida al Centro de Cultura Popular que habíamos creado con
Horacio Ramos en la calle Güemes 52. Allí nos acompañó
entusiastamente, y Julio se anotó para los trabajos de organización,
preparación y propaganda de los diferentes actos y actividades que
habíamos comenzado a desarrollar. Pero la vida nos imponía una
mayor exigencia. Lo invitamos a integrar una nueva publicación
literaria: “Suburbio” en la que nos pusimos a trabajar los tres,
más otro vecino de Sarandi que también escribía: Horacio Ortiz
Roccasalvo. En mayo de 1969 aparecía la primera edición, con la
colaboración de otros amigos escritores de Avellaneda: Raúl Frocari
Rinaldi, José F. Gulías y Roberto Díaz
Aquellas no
eran horas tranquilas en un país convulsionado y cambiante. Los
gobiernos con perfiles democráticos surgidos luego del derrocamiento
de Perón fueron inseguros y débiles, jaqueados por la propia
carencia que producía la proscripción política del peronismo, la
economía inestable, los militares ansiosos de poder, los movimientos
emancipadores que surgían en varios continentes y las exigencias de
muchos ciudadanos para producir mayores cambios sociales y políticos.
Julio la
tenía clara y coincidía en la prédica democrática y renovadora
que asumíamos. Pero él era siempre el signo original, olía a
barrio, sudor y lágrima. Su mirada traía sabores que todos
conocíamos. Escribía cuentos y hasta llegó a tener borradores de
una obra de teatro: “Javier y las palomas”. Era un ángel calvo
que pintaba paredes, imaginaba mundos posibles, vivía con el sueño
a punto de caramelo. Pero la suerte tiene otros planes y una tarde
supimos la noticia. Julio murió en el asiento de un colectivo que lo
traía de regreso del taller de letrista donde trabajaba… Su
corazón paró la historia de sus emociones en octubre de 1972.
Cuatro años después publicamos un librito con sus poesías, “Muy
buenos días” se llamó, y así sigue saludándonos algunas
mañanas, como si nada.
Epígrafe: Julio R. Bruno, poeta del barri
ajgpaloma@hotmail.com
o.
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