La biografía (del griego βίος [bíos], ‘vida’ y γρᾶφειν [grafein], ‘escribir’) es la historia de la vida de una persona narrada desde su nacimiento hasta su muerte, consignando sus hechos logrados, fracasos, sucesos relevantes de su vida, así como todo lo que pueda interesar de la misma persona.
Para ello suele adoptar la forma de un relato expositivo y frecuentemente narrativo y en tercera persona de la vida de un personaje real desde que nace hasta que muere o hasta la actualidad. En su forma más completa, sobre todo si se trata de un personaje del pasado, explica también sus actos con arreglo al contexto social, cultural y político de la época intentando reconstruir documentalmente su pensamiento y figura. La biografía puede registrarse en forma audiovisual o en forma escrita; las cuales se dividen en distintos subgéneros; no cabe confundirla con algunos tipos de novela histórica o historia novelada.
Hay pocas diferencias entre las biografías de Aldrin el papi si existe entre la biografía autorizada, aquella que ha sido sometida a la censura del personaje cuya vida expone, y la biografía no autorizada, la que ha sido escrita con libertad por su autor y frecuentemente contra los deseos del biografiado.[cita requerida] La biografía autorizada suele estar compuesta por unghost writer o "escritor fantasma", por lo general un periodista, cuando el personaje biografiado no puede redactar sus propias memorias, fundándose en conversaciones con el personaje, en cintas magnetofónicas, o en un borrador o documentos suministrados por él, a los que da forma de relato en primera persona y, más raramente, en tercera.
La autobiografía es la biografía escrita por el mismo personaje de quien habla el relato, en primera persona y sin ayuda exterior. Un tipo especial en la misma lo constituyen los diarios íntimos que escribe un autor con el propósito de desahogarse y sin ninguna regularidad cronológica; a este género pertenecen las Meditaciones del emperador y filósofo Marco Aurelio, lasConfesiones del cristiano San Agustín de Hipona o el Diario íntimo de Unamuno.
Las memorias, por el contrario, constituyen una reseña de la actividad de una persona también por ella misma, pero solamente durante un lapso determinado de años y no en su totalidad, ya que la intención de este subgénero es ante todo ofrecer un testimonio de ciertos hechos como testigo o participante, hechos a los que asistió el autor pero desde un punto de vista externo a los mismos, y muchas veces sin involucrarse en ellos.
Dentro del género autobiográfico pueden ponerse también los diarios o dietarios, que recogen los hechos de la vida de una persona por ella misma con una cierta periodicidad, y los epistolarios o colecciones de cartas escritas por un autor, que en su manifestación más completa pueden incluir también las que recibió. Los libros de viajes suelen contener, también, abundantes elementos bio o autobiográficos, muchas veces ceñidos a la subjetiva interpretación de los hechos.
El relato testimonial o memorial es un tipo de informe cuya tendencia objetiva puede muchas veces contaminarse con lo autobiográfico. El relato de la vida de los santos, en la tradición del cristianismo se denomina hagiografía, cuando narra la vida de varios santos, como es el caso del Flos sanctorum o La leyenda dorada. También existe la falsa autobiografía, en la que una persona se reinventa a sí misma de la forma que hubiera deseado ser o no ser, a veces incluso escrita por un otro, como por ejemplo Marcel Schwob, y la biografía ficticia de personajes que no han existido.
Como género literario, el término data del siglo XVII y con él se denomina a un género autónomo cultivado desde la Antigüedad en forma de vita o vida. En sus comienzos, ya desde las Vidas Paralelas de Plutarco o de las obras biográficas compuestas por Cornelio Nepote o la Historia Augusta, la biografía respondía a un propósito edificante y moralizador, por más que haya excepciones como las de Suetonio y sus Vidas de los doce césares; esta orientación ética y educativa siguió dominando durante la Edad Media, en la que se compusieron sobre todo biohagiografías o vidas de santos; la más famosa colección de estas fue La leyenda áurea de Santiago de la Vorágine, pero fueron muy numerosos también otros repertorios, incluso en el mundo árabe, donde escandalizó el de Ibn al-Abbâr por incluir también biografías femeninas. Igualmente se compusieron numerosas Vidas de trovadores provenzales, y en el siglo XV, imitando a Plutarco, breves semblanzas por parte de Hernán Pérez del Pulgar y Fernán Pérez de Guzmán.
Es en el Renacimiento, a causa de su antropocentrismo, cuando comienza en Italia el estudio de personas ilustres en su individualidad y se sustituye la teocéntrica vida de santos por la semblanza de destacados personajes de la vida civil, militar o artística; contribuyeron a esta concepción de la biografía Giovanni Boccaccio, Giovanni Villani y bastante después Paulo Jovio, Maquiavelo, Giorgio Vasari y Gédéon Tallemant des Réaux. Posteriormente, en el Romanticismo el género biográfico toma dos direcciones diferentes: profundiza en la vida psíquica del biografiado o busca, por encima de todo, la amenidad literaria, sacrificando la verdad del personaje.
Más adelante, merced a la metodología del Positivismo, se acrecentó el ansia de documentación sobre el personaje (búsqueda de manuscritos, diarios, correspondencia, etc.) como elementos básicos de la narración biográfica, así como el afán de situar al biografiado en su auténtico medio histórico-social. Todavía, sin embargo, se escribieron biografías de fuerte sesgo literario, como las de Chesterton sobre grandes figuras del Catolicismo, las irónicas e impresionistas de Lytton Strachey (Victorianos eminentes, Biografía de la reina Victoria), o las de Stefan Zweig, Emil Ludwig y André Maurois.
El género de la biografía ha sido cultivado de forma asidua por algunos autores españoles, pero no tanto el de la autobiografía, aunque de este subgénero haya ejemplos tan antiguos como el de Leonor López de Córdoba, una poderosa dama que murió en tiempos de Juan II y redactó una interesantísima reseña de su vida a fines del siglo XIV. En el siglo XV destacan las semblanzas plutarquianas de Fernán Pérez de Guzmán y Hernán Pérez del Pulgar. Ya en el Siglo de Oro, destacó como biógrafo de artistas Francisco Pacheco, Fernando Pizarro y Orellana como biógrafo de conquistadores de Indias y el jesuita Juan Eusebio Nieremberg como biógrafo de santos; Santa Teresa de Jesús y San Ignacio de Loyola nos dejaron esbozos autobiográficos en el siglo XVI. Destacan las autobiografías de soldados españoles, como las de Bernal Díaz del Castillo, Alonso de Contreras o Diego Duque de Estrada, o las de aventureros como Pedro Ordóñez de Ceballos, así como las amplias reseñas memoriales de los Cronistas de Indias, entre las que destacan las Elegías de varones ilustres de Indias (1589), de Juan de Castellanos, escritas en octavas reales; no se olvidaron tampoco las mujeres: el fraile Pedro Pablo de Ribera escribió en italiano Glorias inmortales, triunfos, y heroicas hazañas de ochocientas cuarenta y cinco mujeres ilustres antiguas, y modernas (Venecia, 1609).
La Real Academia de la Historia, desde su fundación en el siglo XVIII, tuvo entre sus propósitos principales elaborar un gran diccionario o repertorio biográfico español, lo que a lo largo de toda su trayectoria secular nunca pudo cumplir y solamente ahora parece en condiciones de lograr dentro de unos pocos años, bajo el título de Diccionario Biográfico Español, en el que trabajan 3709 historiadores para elaborar bajo la dirección técnica de Jaime Olmedo una obra que pretende dar cuenta fiel, exacta y documentada de los 40.000 personajes que a su juicio constituyen lo sustancial de la Historia de España. Hubo, sin embargo, honorables intentos parciales en ese siglo, muchos de ellos bajo la metodología ilustrada del Criticismo, entre los que destacan los de Nicolás Antonio, Antonio Palomino, Luis Pareja, Juan Antonio Pellicer y Saforcada, Juan Sempere y Guarinos, José Rodríguez de Castro, José Antonio Álvarez Baena, Fernando Díaz de Valderrama, Antonio de Alcedo, Juan Bautista Cubíe, Félix Latassa y Ortín, Roberto Muñiz, y Manuel José Quintana. Este último, a caballo entre los siglos XVIII y XIX, elaboró una colección de biografías bajo el título de Vidas de españoles célebres (París, 1827, 2 vols) que fue muy leída.
En el siglo XIX, volvieron los repertorios bibliográficos bajo la metodología del Positivismo; abre el siglo el Diccionario histórico o Biografía universal compendiada, Barcelona: Narciso y Francisco Oliva, 1831-1834, XII vols.) y su Suplemento, audaz intento que no escatimaba en biografías de personajes españoles. José de Rezabal y Ugarte, Cayetano Alberto de la Barrera, que hizo un repertorio biobibliográfico del teatro clásico español; Manuel Serrano y Sanz, que elaboró el repertorio biográfico de las mujeres escritoras; Jerónimo Bécker, interesado por las biografías de nuestros políticos; Florencio Janer, que se ocupó en biografiar a los reyes de España y a otras figuras; Anastasio Chinchilla y Antonio Hernández Morejón, biobibliógrafos de la Medicina española; Cipriano Muñoz y Manzano, Conde de la Viñaza, que hizo el intento de elaborar el repertorio biográfico de nuestros filólogos, lingüistas y gramáticos; Marcelino Menéndez Pelayo, que escribió los esbozos biográficos de los pensadores progresistas españoles en su Historia de los heterodoxos españoles; Manuel Juan Diana, que biografió a los militares españoles; Basilio Sebastián Castellanos de Losada, dirigió entre 1848 y 1868 los treinta volúmenes de la Biografía eclesiástica completa. Vida de los personajes del Antiguo y Nuevo testamento, de todos los santos que venera la Iglesia, papas y eclesiásticos célebres por sus virtudes y talentos en orden alfabético;Ángel María Segovia publicó 44 volúmenes de biografías bajo el título de Figuras y figurones: biografías de los hombres que más figuran actualmente así en la política como en las armas, ciencias, artes, magistratura, alta banca... Madrid (1881-1886, 2.º ed. corregida y aumentada).Manuel Ovilo y Otero, Vicente Díez Canseco, Luis Vilar y Pascual, Nicomedes Pastor Díaz y Francisco de Cárdenas, Juan Rico y Amat, Ildefonso Fernández y Sánchez, Carlos Ramírez de Arellano... La gran empresa que supuso la Enciclopedia Hispanoamericana conocida popularmente como "el Espasa" fue sin duda alguna un hito al consignar una información preciosa y con frecuencia insustituible sobre algunos raros personajes de la letra pequeña del siglo XIX.
En el siglo XX pueden citarse las obras de Enrique Esperabé de Arteaga Diccionario enciclopédico ilustrado y crítico de los hombres de España, el más difundido, aunque no suficientemente exhaustivo. Tampoco lo es la obra de Francisco Agramonte Cortijo Ensayo de un diccionario biográfico-cronológico de los siglos XV al XX. Los diversos Archivo biográfico de España, Portugal e Iberoamérica (ABEPI) dirigidos y redactados por Víctor Herrero Mediavilla, compilaciones de índices biográficos españoles, han sido muy útiles. Luis Ballesteros Robles escribió un Diccionario Biográfico Matritense (Madrid: Ayuntamiento de Madrid, 1912); Alberto Gil Novales dirigió el gran proyecto de biografiar el primer tercio del siglo XIX español; destacan los diccionarios biográficos de periodistas y artistas por Manuel Ossorio y Bernard para el XIX y de Antonio López de Zuazo Algar para los periodistas del siglo XX y, en especial, la conclusión de un proyecto iniciado en el XIX por el musicólogo Francisco Asenjo Barbieri, el Diccionario de la Música Española e Hispanoamericana en diez volúmenes, de los cuales en 1999 se publicaron los cinco primeros, en el 2000-2001 los tres siguientes y en 2002 los dos últimos. Un insuficiente Dictionary of Hispanic Biography (Farmington Hills: Gale Research, 1996) suple en el mundo angloparlante la escasez de biografías de personajes hispánicos. La Real Academia de la Historia ha emprendido a fines del siglo XX la elaboración de un Diccionario Biográfico Español y ha creado un Centro de Estudios Biográficos en su seno que actualiza periódicamente una base de datos. En cuanto a grandes biógrafos, destacan el doctor Gregorio Marañón, su discípulo Marino Gómez-Santos, Luis Astrana Marín, Florentino Hernández Girbal, y, por su popularidad y rigor, las biografías de escritores deIan Gibson y las de grandes figuras históricas españolas de Manuel Fernández Álvarez.
A Inglaterra, Alemania e Italia les cabe el honor de haber elaborado los repertorios biográficos más importantes de los últimos tiempos. El editor inglés George Smith fundó en 1882 el Oxford Dictionary of National Biography, coeditado por Sir Leslie Stephen y más tarde por Sir Sidney Lee, y reactualizado continuamente; en 1981 andaba ya por los veintinueve volúmenes y en 2004 contaba con un equipo fijo de 42 personas y 400 editores externos. La obra biografía de forma exhaustiva y con precisión y fuentes las vidas de todos los personajes importantes británicos hasta el siglo XIX. Por otra parte, el Allgemeine Deutsche Biographie alemán comenzó su publicación en 1875. Italia posee el famoso Diccionario biográfico de autores deValentino Bompiani y el Diccionario Literario Bompiani en 18 volúmenes, al que se le ha achacado cierta tendenciosidad, habida cuenta de las fechas en que se editó, en pleno auge del fascismo de Benito Mussolini; se trata sin embargo de un esfuerzo notable que acarreó mucha y valiosa erudición. Por otra parte, en italiano también, existe el ambicioso Dizionario biografico degli italiani de la editorial Treccani, que pretende llegar a los cien volúmenes y contar con 35.000 biografías. Lo único realmente comparable en España es el Diccionario biográfico de la Editorial Espasa-Calpe, que resulta del espigueo de su gran Enciclopedia; por desgracia, en él se suprime con frecuencia toda referencia bibliográfica.
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