Fermin E.Gutierrez con sus tres hijas josefina maría del mar y alba en su escritorio de Beauchef 229
OTROS
TEXTOS
Publicado
con autorización de la autora, quien agradezco enormemente.
Seguramente son muy pocos lo a argentinos que alguna vez por lo
menos no hayan estudiado con un libro de él. Pero para su hija
existe otra cosa rescatable.Es la primera vez que escribo sobre
vos, papá, algo nada fácil, te lo aseguro. Hablaré de tu labor
docente, de tu vida literaria, del hombre y del padre que hay en
vos y que está por encima de todo aquello. Porque sos alguien que
puede todavía, en este siglo XX tan conflictivo y caótico,
conservar la frente alta. No todos podrían hacer lo mismo. Y eso
es porque amás la justicia y la libertad, con las que actuaste y
enseñaste siempre. Con las que cultivaste la palabra y
extendiste, en gesto de generosidad, tu mano franca y amplia. A
veces me digo que fuiste como una luz para la belleza y la verdad.
Y sé que detrás de tus gruesos lentes tenés ojos de niño.
Porque trabajaste sin descanso para dar siempre lo mejor, por eso
es que hoy escribo de vos y te escribo a vos.Naciste con el siglo,
el 28 de octubre de 1900. Tu padre fue Fermín Estrella Moreno y
tu madre, Dolores Gutiérrez Aznar, te imprimió el primer
estímulo en la vocación por las letras. Eso siempre lo dijiste.
Muy joven aún, editaste un libro de poemas de ella, donde tu
madre señalaba hablando de sus hijos: “Tened gran serenidad
para ordenar vuestras vidas, si no en la dicha, en la paz. No
corráis tras lo superfluo, no halagéis la vanidad”. Y todo
esto vos lo cumpliste, con tu vida y con tu obra.
Muy
niño, a los seis años, descubriste lo que iba a ser tu verdadera
vocación con el literato español Benito Pérez Galdós, cuyo
nombre habías escuchado siempre en tu casa paterna. Cuatro años
más tarde fue otro gran escritor que entró en tu vida. Esta vez
un francés, Víctor Hugo, que con su libro Los
miserables te causó una revolución
interna muy fuerte, Dijiste de él: “Hizo feliz a aquel niño”
En
el cuarto grado del colegio San José de Morón, siendo tu maestro
de grado don Joaquín Oertiz, recién llegado de España, hablaste
por primera vez en público. Allí empezaste a vencer tu gran
timidez, una timidez casi patológica. Siempre me contabas que
hasta en el simple hecho de comprar algo, sufrías mucho. En el
mismo colegio, en 1913, recibiste el premio al mejor alumno.
Tu
primer trabajo literario fue en 1915: un poema titulado Dejad
entrar al sol, en la revista El
pájaro azul. Y llegó ese invierno
decisivo para vos. Estabas en el segundo año de la Escuela Normal
y te tuvieron que operar de la nariz. De regreso a tu casa, esa
noche, sobrevino una hemorragia. Te vinieron a buscar en una
ambulancia, en esa época tirada por caballos. En el San Roque
oíste afirmar que el tuyo era un caso perdido. Y también a un
practicante que se animó apenas a proponer que te aplicaran suero
fisiológico. Años más tarde, el tímido estudiante llegaba a
ser nada menos que el célebre doctor Luis Ayerza. El hombre que
con su propuesta había salvado tu vidaLa
pasión de escribir te salía –según vos- como algo inevitable,
imposible de reprimir. Escribías en la calle, en el tranvía, en
los formularios de telegramas como aqueñ otro grande de las
letras que fue Florencio Sánchez. Hace dieciocho años tuve la
suerte de viajar con vos y sé que sos un guía perfecto. Recuerdo
que no te faltó piedra del Foro romano por conocer y que en el
Vaticano nos siguieron los guardias suizos, porque nunca
terminábamos de marcharnos.Podría referirme exclusivamente a tu
obra de escrito, a las funciones que cumpliste, pero en verdad me
intención es hablar del hombre que está más allá de todo eso.
De ese hombre callado y taciturno, que cada noche se queda hasta
muy tarde en su escritorio de la calle Beauchef, frente a la
máquina de escribir, una Remington
portable que hace sesenta años te regaló tu padre. Ese hombre
“minucioso y archivero” como te definiste, que aún guarda sus
cuadernos escolares y los de sus hijos. De mi padre que tiene la
humildad y sabiduría de los grandes, que siempre desconoció los
favoritismos y rechazó las promociones tan propias de seres sin
capacidad humana. Detallista, prolijo al extremo, con armarios que
servirían de ejemplo a las mujeres de la casa. Todo clasificado
en cajas, cada caja en su lugar, como para que pueda ubicarse lo
que necesitaba, con los ojos cerradosSon muchas las cosas que
recuerdo de vos, papá, cosas simples, las que verdaderamente
hacen a la vida y te muestran en tu auténtica dimensión. Ahora
me viene a la memoria cuando me llevabas –yo era muy niña-
sobre tus hombros. ¡Qué importante me sentía entonces! O cuando
me esperaste, con paciencia infinita, en el patio del colegio, el
día que ingresé al primer grado inferior, porque lloraba. Cuando
me llevabas de la mano y me aguardabas a la salida. Como yo era
vergonzosa te hacía quedar en la esquina. Es que mis compañeras
regresaban solas y vos, para ayudarme, te tapabas la cara con un
diario. Sería lindo volver atrás, papá. Para que me volvieras a
esperar.Cuando volví del primer viaje sola, me recibiste con un
ramo de flores y carteles de bienvenida. Cuando murió la perrita
que queríamos mucho, tu fiel compañera en las noches de trabajo,
lloraste como un niño.Ahora pienso que tu escritorio sos vos,
conviviendo con Plutarco, Séneca, Tácito, Molière, Gide,
Anatole France y tantos otros. Hay libros en todas partes, salvo
en la cocina. Muchos cuadros, por supuesto el de Walt Whitman, uno
de tus favoritos, el de Arturo Marasso, Alfonsina Storni, el
retrato de mamá –hermosísima- también el de tus padres. Y en
una silla, colgada, tu boina negra. Más allá tu lupa, porque
últimamente te está resultando difícil leer. ¡Con cuánta
dificultad lo hacés y qué ternura me invade cuando veo tu
esfuerzo!Ahora estás sentado en tu silla estilo español, y nace
el diálogo espontáneo. Por un momento dejamos de ser padre e
hija y somos dos viejos amigos, que imaginan que hace mucho tiempo
que no se ven y entonces preguntan y responden.
-¿Qué
es para vos la poesía?
-Una
especie de vertiente espiritual que proyecta lo más puro del
espíritu concretado en palabras que deben significar un mensaje
de emoción y belleza del poeta hacia su hermano, el Hombre.
¿Qué
fue para vos la docencia?
-Para
mí enseñar es ayudar al niño, al joven y al adulto a mejorarse,
a enriquecer el espíritu y a realizarse. Yo he sido feliz
tratando de comunicar lo que sabía a mis alumnos, a los que quise
como hijos.
-Qué
poetas influyeron en tu obra?
-Muchos
porque en el proceso de creación son muchas las devociones que se
escalonan a lo largo de los años e inconscientemente van dejando
su huella. Si tengo que dar nombres diré Gracilazo, Góngora,
Bécquer y Machado entre los de nuestra lengua; Heine, Verlaine,
Mallarmé y Walt Whitman de los otros.
-Qué
anécdota recordás con más cariño?
-La
ves en que mi madre, teniendo yo dieciséis años, al leerle un
breve poema en octavas reales que me había inspirado una linda
muchacha a la que nunca llegué a hablar, me dijo entre
sorprendida y preocupada: “¡Pero hijo, tú eres un poeta!”
-¿Qué
le dirías a los jóvenes que quieren escribir?
-Que
piensen en el arte, el verdadero; implica trabajo y sacrificio.
Que es necesario leer y estudiar mucho a los grandes autores y
que, más allá de la tendencia que escoja, sea siempre él mismo.
Termina
el diálogo y pienso que por encima de biografías y definiciones,
lo que mejor puede explicarte es tu credo.
Creo en la vida: el hoy y el mañana
Creo en la muerte: la última aventura,
Creo en el bien, que alienta y qu perdura
Creo en el sol que alumbra mi ventana
Creo en la paz que con amor se gana
Y creo en el amor y su dulzura,
Creo en la rosa y en el alma pura
Creo en la fuente que sin tregua mana.
Creo en el hombre, artífice constante
con su luz y su sombra y su pujanza
y su eterno marchar hacia delante.
Y creo en la justicia y la esperanza
y en la belleza, oh, gozo delirante
y en el placer que con el bien se alcanza.
Creo yo también, valga la
redundancia, que con este bellísimo soneto está dicho todo.
También para nosotros, tus cuatro hijos –Josefina, Fermín
Félix, María del Mar y yo, Alba- que agradecemos tu más alto
título: el de tu bondad.
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domingo, 14 de diciembre de 2014
Mi padre, Fermín Estrella Gutiérrez.por Alba E.Gutierrez
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