CÓMO CONOCÍ A BAJARLÍA
Era el año 1998.
Un domingo visité el Parque
Rivadavia, en la Ciudad de Buenos Aires;
una feria de libros, revistas y
discos, donde se puede
encontrar material muy interesante.
En aquella jornada, revisando cajas
con libros, me llamó particularmente
la atención uno titulado “El Día
Cero” de Juan-Jacobo Bajarlía.
El costo era de apenas $ 1.-
Había algo en la portada de esta
obra, en sus páginas
amarillentas, que me intrigó. Tal vez el título
disparó
en mi mente una imagen. O fue la puerta
hacia el futuro. Vaya uno a saber.
La cuestión es que compré “El Día
Cero” y, al término
de mi pesquisa en la feria, tomé el ómnibus de
regreso a mi casa.
Durante el trayecto (que duró unos
50 minutos) leí todo el libro. Lo
devoré, mastiqué cada cuento con
especial delicia. Fue un momento de
iniciación. En Bajarlía estaba la
literatura que yo buscaba, el estilo concreto,
contundente, poético y a la vez
descriptivo.
Como en aquel entonces participaba de
fanzines de historietas,
dibujando y guionando, soñé con
adaptar algún cuento de Bajarlía a este
formato. Pero, ¿estaría el autor
vivo todavía?
La biografía apuntaba que había nacido en el año 1914. O sea que
tendría (en aquel momento temporal) unos 84
años.
Todavía Internet no era la súper
guía de la actualidad,
así que recurrí a la guía telefónica. Encontré bajo el
nombre Juan-Jacobo Bajarlía la dirección de la
calle Cerrito, a metros del Obelisco,
en pleno centro de Buenos Aires
. No tuve el coraje de llamar.
Opté por escribir una carta y
enviarla a la dirección. Jamás tuve
respuesta. Por lo tanto, supuse que
el autor estaría fallecido o bien no le interesó mi propuesta.
Los años pasaron. Cada vez que
encontraba un libro de Bajarlía lo
compraba y devoraba en poco tiempo.
Era una mercancía valiosa. Me
entusiasmaba como escritor e
investigador.
En el año 2002, gracias a Roberto
Benemio, conocí a la poeta Gladys
Cepeda. Ella (telefónicamente) me
confirmó que Bajarlía estaba vivo. Fue un momento de gran alegría. Quería
conocerlo lo más pronto posible.
Pero fue al año siguiente, en 2003,
cuando recién pudimos concretar la
visita. Se trató de un encuentro
memorable, cálido, en su departamento del barrio de Caballito, plagado de
hileras de libros y pinturas vanguardistas. Y lo
más intrigante fue que, durante la
conversación, Bajarlía me preguntó mi
apellido. Cuando se lo dije
me
preguntó: “¿Vos me mandaste hace unos años
una carta pidiéndome autorización
para dibujar uno
de mis cuentos”. Afirmé con la cabeza. Me explicó que no
logró responderme porque había estado muy
mal de salud, con una infección que
lo dejó hospitalizado.
A partir de este año y hasta el
2005, fecha de su partida física, logré
compartir algo más que una amistad
con este maestro de la literatura argentina.
Me sentí un poco uno de sus últimos
discípulos, cada vez que iba a su casa, para hablar y consultarlo. Él y su
maravillosa esposa, Enriqueta, me recibieron conlos brazos abiertos.
Hoy, 5 de octubre de 2014, celebramos los 100 años del nacimiento
de Juan-Jacobo. Es un día emotivo. Se
me mezclan recuerdos, sensaciones, el pasado irrumpe en el presente. Los
ojos
se colman de lágrimas; quiero decir
tantas cosas y no puedo. Decido
volver a aquel ejemplar de “El Día Cero”, y
gozar con esos relatos tan poderosos,
metafísicos e incluso extraterrestres.
Te quiero, amigo Juan-Jacobo. Estés
donde estés.
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