Obra plástica del artista Antonio Gonzalez
La mirada poética de la realidad puede descubrir aristas y perfiles
insospechables, por eso les propongo repasar las visiones de algunos
poetas sobre el “barrio”·, esa integración de realidades
disímiles y paisajes compañeros de la vida. Veamos algunas de esas
percepciones:
Desde Piñeyro: “Con alma de gorrión nació mi barrio / y corazón
de alondra. / Tuvo su esquina, su farol, su muerto / y un suspiro en
la sombra.” (Mumita Fernández).
Mientras que Sarandí sugiere estas sensaciones: “Voy caminando…
Mi suburbio es todo / de perfumes, de canciones. / Tiene un prestigio
humilde de balcones / y en estas horas un clemente modo”. (Antonio
Requeni).
“Casas de chapas de mi barriada / Sarandí de antes, humo y hollín,
/ calles de barro, huellas de carros / olor a azufre de Sarandí.”
(Natalio Farao).
“Seguiré tus costados de sonidos, / mi calle fundadora de gente /
con mi lluvia alcanzaré tu trigo / y en cada esquina encontraré tu
vientre”. (Julio R. Bruno)
El Dock Sud también impregna de subjetividad al
poeta: “calamar en su tinta / el oscuro dock sud viene y se pinta /
de violento violeta las ojeras / negros cabellos de humo / pies
lluviosos / iracundas ventanas / arroyos contagiosos / esquinas
milongueras” (Gustavo A. Valdés).
“La calle del Doque / que podría tener una melodía a su memoria /
desde donde pueden verse grúas y barcos / esperando que anochezca /
pariendo viento el silencio.” (Jorge H. Paredes).
Gioconda de Zábatta describe “su Gerli”: “Tenía pocos años /
y Gerli era un potrero / luminoso de sol, lleno de cielo / con un
viento que peinaba abrojos / pastos duros y veredas / como la
esperanza”.
Quinta Galli también tiene su historia poética: “Lacarra fue la
pira de la gracia recibida / No una calle con la piedad de un nombre
regalado, /sino el vital testimonio de la espuma, / una sudestada
naciendo de tu boca, / un evangelio goteando de tus lágrimas.”
(Horacio Ramos).
En Domínico: “Vuelvo a ser el pibe aquel / que por Pierres iba a
pasear, / peinadito a la gomina / fumándome un Gavilán…”
(Natalio Farao).
Y seguramente habrá muchos ejemplos como los señalados hasta
abarcar la totalidad de los barrios locales, porque en su paisaje y
realidad es donde crecemos, allí donde el hombre encuentra la
proximidad de las experiencias y primarias necesidades de
convivencia. Por supuesto que muchos de los barrios de Avellaneda
presentan identidades comunes, pero también es cierto que en cada
uno, encontramos perfiles propios. El nuestro, el que poblamos con
nuestros ideales y sueños, el que nos ve ir y venir, y para siempre
“volver” como lo decía Troilo.
El poeta, hombre caminador, suele afincarse en sus
esquinas, inventariar sus baldosas, descubrir paredones, rincones
únicos, sumar interrogantes sobre sus habitantes o el sentido de la
vida, que al final, es lo mismo.
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