La mirada
crítica sobre la transformación del escenario barrial no está
ausente en sus textos, con un aire melancólico y evocativo. “Cambió
la geografía, la dimensión de las villas y su peligrosidad – dice
el novelista- Los lugares que ocupaban los terrenos baldíos de las
grandes fábricas de pintura como Alba, Pajarito y las curtiembres,
el matadero, la fábrica de vidrio, son ahora un enorme ‘coto’,
quizás el más grande de la Argentina”.
Su
pensamiento fluye claro y contundente. “…como dijo Arlt –expresa
en un reportaje- entre los ruidos de un edificio social que se
desmorona, los escritores tenemos un compromiso inmediato: escribir
buenos, excelentes libros, como bombas, que desnuden nuestra alma
frente a los demás, meternos con nosotros mismos, sin adornos, sin
posturas, sin adjetivar el dolor o el placer. Poco a poco, sin
esperanzarse pero sin desesperar, hacer desde la literatura un mundo
mejor".
Este
hombre-escritor que fuera monaguillo, repositor de góndolas,
coordinador de taller literario, empresario, como un mosaico que
estampa sus hologramas, habla de sí mismo y de nosotros. “Dejo
todo en lo que escribo –señala. En una novela dura sobre mi
relación con mi padre, hay días en que quedo vacío. Me parece que
no puedo seguir. Abandono casi todo lo demás por escribir… Bien de
salud, mal de salud, bien de dinero y amor, mal de dinero y amor. Yo
sigo dejándolo todo en lo que escribo. Ahora la búsqueda es otra,
pero la ideología, la integridad de mi ser, el mapa de mi alma,
sigue estando ahí. Más que nunca".”
Y en esa
continuidad Pablo Ramos busca su historia. En la última novela,
publicada hace un año, responde a la historia padre-hijo. “La Ley
de la ferocidad” es el título. El padre muere y el personaje busca
no odiar más a su padre, llorar por él. Busca reconstruir a un
hombre, a un padre que nunca estuvo y cuando estuvo, todo fue para
mal. Intenta salir, pasar de esa ley... Tal vez un signo de nuestra
propia existencia en tiempos de crisis, no solamente en la sociedad.
Laura
Restrepo se refirió a este libro con estas reflexiones: “Aquí
Pablo Ramos se la juega a dentelladas y escribe con ferocidad, desde
el propio título. Quizá por eso mismo el resultado final es tan
dulce".
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