sábado, 29 de abril de 2017

Antonio J. González

 El poeta calvo de Sarandí

Nos habíamos encontrado en algunos de los actos de la Sociedad de Fomento y Cultura D.F. Sarmiento de Sarandí. Colaboraba este cronista en la organización de muestras pictóricas, recitales de música y poesía y el reordenamiento de la biblioteca. Se acercó una noche de ésas, muy tímidamente, luego de un acto. Conocía a qué me dedicaba y qué hacía sin que hasta ese momento intercambiáramos dos palabras. “Soy letrista, pinto carteles de publicidad…” se atajó. “…y a veces pinto cuadros… y también escribo algunas poesías…” agregó como al pasar, sin darle mucha importancia. Y eso estableció una conexión, un puente de ida y vuelta que iba a conservarse durante muchos años. Como los dos éramos del barrio, le dí los datos para que algún día, si quería, me trajera algunos de sus escritos… para conocerlo mejor.

No fue muy rápido el reencuentro. Casi ya me había olvidado de aquella conversación. Una tarde tocan el timbre de mi casa y su figura, más baja que la mía, se acurruca en el umbral de la puerta como avergonzada… Recién allí sé cómo se llama… “Julio… Julio Bruno”, me dice. Le prometo leer sus trabajos y encontrarnos alguna tarde en la “Sarmiento”.

Al leer sus textos descubro a un poeta íntimo, cargado de metáforas, sin perder esas raíces populares y humanistas que seguramente lo nutrían… “La casa / una posibilidad y mucha suerte / apenas para ocultar las intimidades / las risas de los chicos / Las voces traspasan las paredes / igual que el frío / piel de cebolla / prefabricadas / una suerte hoy en día…” Por supuesto que busqué publicar algunos de sus poemas en algunas de las revistas o diarios en los que colaboraba entonces.

En 1964 participa del certamen que organizamos en el Consejo del Escritor de Avellaneda y resulta elegido entre los cinco poetas que integraron el libro “Cinco poetas de Avellaneda”

Se agregó enseguida al Centro de Cultura Popular que habíamos creado con Horacio Ramos en la calle Güemes 52. Allí nos acompañó entusiastamente, y Julio se anotó para los trabajos de organización, preparación y propaganda de los diferentes actos y actividades que habíamos comenzado a desarrollar. Pero la vida nos imponía una mayor exigencia. Lo invitamos a integrar una nueva publicación literaria: “Suburbio” en la que nos pusimos a trabajar los tres, más otro vecino de Sarandi que también escribía: Horacio Ortiz Roccasalvo. En mayo de 1969 aparecía la primera edición, con la colaboración de otros amigos escritores de Avellaneda: Raúl Frocari Rinaldi, José F. Gulías y Roberto Díaz

Aquellas no eran horas tranquilas en un país convulsionado y cambiante. Los gobiernos con perfiles democráticos surgidos luego del derrocamiento de Perón fueron inseguros y débiles, jaqueados por la propia carencia que producía la proscripción política del peronismo, la economía inestable, los militares ansiosos de poder, los movimientos emancipadores que surgían en varios continentes y las exigencias de muchos ciudadanos para producir mayores cambios sociales y políticos.

Julio la tenía clara y coincidía en la prédica democrática y renovadora que asumíamos. Pero él era siempre el signo original, olía a barrio, sudor y lágrima. Su mirada traía sabores que todos conocíamos. Escribía cuentos y hasta llegó a tener borradores de una obra de teatro: “Javier y las palomas”. Era un ángel calvo que pintaba paredes, imaginaba mundos posibles, vivía con el sueño a punto de caramelo. Pero la suerte tiene otros planes y una tarde supimos la noticia. Julio murió en el asiento de un colectivo que lo traía de regreso del taller de letrista donde trabajaba… Su corazón paró la historia de sus emociones en octubre de 1972. Cuatro años después publicamos un librito con sus poesías, “Muy buenos días” se llamó, y así sigue saludándonos algunas mañanas, como si nada. 

 
Epígrafe: Julio R. Bruno, poeta del barri
ajgpaloma@hotmail.com
o. 
 



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