viernes, 28 de abril de 2017

Poesías de T. Alvarado

FALLUJAH
Con metales estridentes y bolas de fuego
vienen los infieles dioses de occidente,
imberbes nacidos ayer a la civilización
revestidos en dura piel de indiferencia,
nos acosan con iras y derrumbes.


Sus fuegos como rayos de mil soles
nos queman el aire y los pulmones.

Tocan casas, edificios, la sagrada mezquita y nosotros adentro.

Bajo el ruido de bombas cayendo como bombas cayendo.
Y nosotros, con las bombas, cayendo al oscuro fondo de la fosa.

Ruido, llamaradas, polvo, escombros,
sangre, ardores en la carne y lamentos.
Luego silencio de muerte.
Decorados de muerte.
Hedores de muerte.
Odios de muerte.

Silencio de eterna muerte.

Los dioses héroes bajo el peso de sus equipos
añorando el ocio del humo de un malboro
o la pelirrubia para sus fantasías de perro endemoniado,

En la cúpula, en los paraísos alfombrados,
los más dioses que ellos
repasan las cuentas alegres del negocio.

Nosotros aquí en este agujero sin nombre que es hoy Fallujah,
solo resistiendo.

Muerto voy cubierto de ruinas, viendo morir,
muerto estoy envuelto en fuego, humo y alarido, escuchando morir,
muerto soy acosado por la sangre derramada, sintiendo morir.

Ellos en su miserable vida de invasores
sin más razón que sus metales ardiendo,
refugiados en potentes máquinas voladoras,
            como ángeles del infierno, nos queman con sus decretos,
acorazados en portentosos aceros rodantes,
            como empresarios del mal, nos flagelan con sus odios,
guarnecidos bajo 30 kilos de utilería mortal,
            como abanderados del progreso, nos entregan las llaves de la tierra arrasada.

Si resisto me matan, si no resisto me mueren.

Las casas en el suelo, los edificios en ruinas,
pestilencia, derrumbes, vidrios rotos,
cráteres donde estallaron las bombas,
panorama unicolor de la destrucción.

Estas son las razones de mi canto.

 
Dialéctica del amor
De tu amanecer al mío
hay un silencio
de nieves en el alma
un dolor
de espina
entre la uña y la carne

Mujer mitad fuego, mitad pájaro
me abraso,
me consumo
entre el delirio de tus piernas
me vuelo
me aviento
al ritmo de tu sexo

Cómo no amarte
Si contigo siempre
se nace a la alegría


Fantasma sexual
No la vi.
La imaginé,
desnuda
saliendo de la ducha.
Fresca,
con aureola
de virgen para el sacrificio;
delicada figura
oliendo a hierbas.
Sin verla, la sentí
acercarse,
llegar a mi puerta
y sin invitarla,
entrar.
Ciego de amor,
la descubrí
con mi boca,
creció su ternura,
se transformó
en flor, ave rara,
gata mimosa.
Ella era un delirio tierno,
yo un huracán ardiendo.
Dar fue el Verbo
y se dio
de adentro hacia el fuego
y yo me di
del fuego hacia adentro.

En la cima del placer
se igualaron nuestras almas.



Las reglas de la evasión

Acumulación de lamentos, palpitaciones, penitencias, doble tropiezo.
Consolaciones del desterrado, apuros, apetencias, bolero andaluz.
Fisura de espíritus, tropelías, soliloquios, aire perdido.
Orgullo del mediocre, apología, coartada, cómodo recurso.
Ley del menor esfuerzo, anuencia, fatalismo, tragedia moral.


Las Ciudades de la luz
están diseñadas en la Poesía de los actos puros.
De aquí al horizonte, las anchas Alamedas.
Al centro un cruce de pájaros en bandadas hacia la aurora.
Aquí los jardines, las fuentes, los canales, las musas, el deleite.

Tenemos los planos al alcance de la imaginación,
Sólo no falta trabajar el fuego,
fundir los elementos a nuestra visión y semejanza.
Coronarnos con la voluntad de ser Dioses.


Visión de Ayacucho
En los dominios del viento el alma se me esparce
con un soplo de iras irredentas.
Allá va con alas de Cóndor
cubriendo la envergadura de la sierra.
Desde las alturas de la historia recibo un legado
imaginario de los niños, con árboles, ríos y montañas.
Son los silencios me hablan de batallas y fulgores de un mañana.

A casi tres mil metros hacia el cielo, subo al mirador,
en la pampa de Quinua, donde los grandes de Bolivar
con amor y porfía dijeron basta. Sólo que allí se detuvo el tiempo.

En la transparencia del aire frío, Ayacucho es un camino,
una visión de umbral, puerta de entrada y encuentro con la pureza.
Allí la capital invisible, gobierno de las artes para la gloria humana.


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