jueves, 26 de diciembre de 2013

CUENTOS BAJO EL SOL



                                EL PEZ

Por KAREN BLIXEN o  ISAK DINISEN(Dinamarca)


Los pensamientos del rey siguieron desfilando sin encontrar solaz en ninguna parte. Recordó cómo, en los viejos tiempos, se le llenaba el corazón de placer ante la idea de la caza y el baile, los torneos, la venganza, los amigos y las mujeres. Lentamente, fue pensando en todo ello. Pero ¿en dónde iban ahora a buscar el vino que debía alegrarle? Ningún ser humano tenía poder para escanciárselo. Estaba tan solo en su reino de Dinamarca como cuando dormía y se sumergía en sus sueños. Hacía poco, había sostenido una larga y enconada lucha con sus poderosos vasallos, y había gozado pensando en la humillación infligida a todos ellos; no era el éxtasis, la miel en los labios de los tiempos pasados; pero para él había sido un juego que había merecido la pena jugar. Ahora, en el abrazo profundo, fresco, silencioso de la noche, y en presencia de aquella estrella de plata, las pruebas de fuerza con sus vasallos no eran ya sino vanidad, pasatiempo infantil. Las grandes fuerzas que había dentro de él exigían empresas más poderosas y tareas más completas. Pensó en las mujeres de su corte, con sus cuellos de cisne, que danzaban en el piso de su castillo. Le gustaba verlas bailar y oírlas cantar: en otro tiempo había encontrado placer en sus cuerpos hermosos, cuando las tenía desnudas en sus brazos; pero con ninguna de ellas habría yacido esta noche su corazón.

El rey se afligió por su querida alma, a la que no podía alegrar. Este ardiente amor a su propia alma venía de su juventud; le recordaba noches primaverales de otros tiempos. Entonces no había sido sino mero anhelo de adolescente; ahora que conocía el mundo, le recorrió un profundo dolor. En la tierra, su alma no tenía amigos. Todos los demás seres humanos, sus campesinos y barones, sus soldados y sus hombres de ciencia, tenían a sus iguales en quienes confiar y con quienes alegrarse; pero ¿quién podía alegrar el alma de un rey? El rey elevó sus pensamientos al Dios de los cielos. Debía de estar tan solo como él; o más aún, puesto que era un rey más grande.

(fragmento)

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