lunes, 3 de agosto de 2015

Arturo Capdevila por Cristina Osimani


Hacer una semblanza sobre un escritor de estas dimensiones, obliga a otros escritores a profundizar su personalidad.
Ahondando entonces en la bibliografía de Capdevila y también en algunos recuerdos que dejaron en mí, lecturas, pasajes de sus obras. Me indican en primer lugar que sus tiempos han sido otros ya que nace en la Córdoba de 1889, bajo conceptos distintos a los actuales. Como todos, crece y se desarrolla adquiriendo un caudal de inquietudes y de búsqueda permanente, dejando claro que a pesar de su condición catedrática sus títulos de abogacía, filosofía y sociología, el profesorado y demás, su literatura alcanza ribetes que lo destacan como un gran dramaturgo, ensayista e historiador. Hasta aquí, todas las opiniones literarias confluyen en una misma opinión, valorar su innata capacidad del manejo de la palabra y bien descripto en su libro “Babel y el Castellano” donde promueve una defensa del lenguaje, casi obsesivo. Mirando hacia atrás, me atrevo a decir que fuera motivo en su tiempo, de plausibles polémicas entre los intelectuales. Su perseverante defensa del castellano lo lleva a afirmar que debe haber en el idioma algo que esté por encima de lo vulgar, de lo contrario hay un empobrecimiento paulatino que lo va estrechando definitivamente. Hubo autores de envergadura que bregaban por un habla argentinizado, que luego fue desarrollándose inevitablemente por la misma mistura de las razas.
En otro momento de su vida, Unamuno escritor y filósofo español le escribe en una carta lo feliz que se ha sentido leyendo las historias autobiográficas de su obra “Córdoba del recuerdo”, expresándole, que íntimamente estos relatos y poesías lo han conmovido ya que lleva la niñez a flor de piel en esta etapa de su vida. También la vena de dramaturgo impera fuertemente en él y aquel que describiera con tanto fervor poético el paso por la niñez y la adolescencia, desata a mí entender en “Melpómene” toda su expresión dramática, libro que escribiera cuando desaparecen sus padres. ,
Melpómene es la musa de la tragedia, hija de Zeus en la mitología griega, por lo tanto la titulación de este libro indica de algún modo su contenido. Poético sí, aunque ligado estrechamente a la muerte y la desolación por la pérdida de sus progenitores. Fue tan triste la osadía de hablar sobre la muerte plasmando una visión sobre ella demasiado trágica y alegórica, que Lugones que fuera uno de sus impulsores, lo recusa abiertamente, más allá de otras opiniones autorizadas. –Diciéndole, Ud. no tiene derecho de cargar sobre sus lectores tanta tragedia y agrega – de sobra tiene cada uno con su propia pena.
Hago por esto una mención de la última estrofa de su poema “Sobre las ruinas”
Desde entonces, de pie sobre las ruinas,
a los recuerdos del ayer me acorro;
y cuando nadie mis angustias sabe,
doblo la frente y por mis padres lloro.

Para terminar prefiero sacudir todo el tormento que la muerte trae aparejado y volver en búsqueda de ese niño, ese joven que la “Córdoba del recuerdo” refleja... cuando aún, el sufrimiento póstumo era tan lejano para él. Amerita entonces que lo mostremos desde la evocación, sin imágenes cercanas a lo patético. Imaginarlo en esa hegemonía cordobesa y en el arraigo a su tierra, colmaremos así, su espíritu donde quiera que esté. Habría mucho para escarbar en la obra de Capdevila que desaparece en el año 1967 a la edad de 78 años, pero dejemos que el silencio sepia que en las hojas de sus libros habita aún oscurecidas por el tiempo y el polvo de los anaqueles de las bibliotecas, fluya hoy… simplemente, porque alguien, algunos o quién sabe por qué, deciden remontar su obra, eso demuestra indefectiblemente, que la palabra escrita no morirá jamás.

No hay comentarios:

Publicar un comentario

El septyimo cielo en los ojos n°60