Si se piensa en un profesor de contabilidad y en un cuentacuentos, en
principio, parecen ser dos profesiones totalmente distintas. Una tiene
que ver con técnicas que sirven para evaluar una situación financiera y
patrimonial, y la otra está relacionada a la literatura. Sin embargo,
Raúl Cuevas hace más de 20 años que le encontró un hilo conductor a
ambas profesiones que desarrolla a la par.
“El docente compone un personaje todo el tiempo. No es el mismo en el aula, que con su familia o cuando va a hacer las compras. Cuando los cuentos llegaron a mi vida, ya hacía diez años que contaba cuentos en el aula, pero no tomaba conciencia porque siempre fui muyco”, comenta Cuevas.
Hace cuatro años, Cuevas abrió un taller de literatura llamado Coturnos, en el que hombres y mujeres, sin importar la edad ni la experiencia previa, pueden ir para aprender a contar cuentos. “Los coturnos eran los zapatos que usaban los griegos para subir a escena.
Entonces, como el objetivo final es que logren subirse al escenario a contar un cuento, le puse coturnos como un objetivo del plan de trabajo”, explica.
Autodefinido como cuentacuentos, Cuevas marca una diferencia respecto del narrador oral. “El cuentacuentos es el típico narrador argentino, porque contamos literatura, toma un texto literario y lo cuenta. Ahora, cuando hablamos de un narrador, el narrador puede contar una anécdota, un artículo periodístico o una biografía”, afirma. Para Cuevas “todo se puede narrar, aunque es más bonito narrar literatura”. Sin embargo, advierte: “No todo el mundo tiene capacidades para ser narrador. Sí pienso que en toda familia hay un narrador espontáneo, ese que tiene disposición para la narración oral. Pero hay gente con más condiciones y otras con menos”.
Su casa es también su lugar de trabajo, el lugar donde enseña la técnica para contar cuentos. Cuevas detalla que el trabajo se sustenta en tres pilares fundamentales: la voz, la mirada y el cuerpo. Admite que hay géneros literarios que no le gustan, como el terror, y que hay otros que son de sus preferidos, como es el amor con un humor sutil.
En la biblioteca que usa para trabajar en las clases se destacan libros de Graciela Cabal, Liliana Cinetto, Ricardo Mariño. Luis Pescetti, Silvia Schujer y Ema Worms. “El conflicto más grande del cuentacuentos es el canon literario, qué voy a contar. En este momento, cuando voy a una librería, busco por autores. Voy a los que ya sé que me gustan”, asegura.
Asimismo afirma: “Hay que enamorarse de un texto porque cuando uno se enamora, eso es señal de que hay que contarlo.
“Le hace falta ser conocido a este oficio de narrar porque muchos no
saben que existen los cuentacuentos”, advierte Cuevas. Por eso, en
Avellaneda, se realizará en noviembre el 2do Encuentro de Cuentacuentos.
“Va a haber la noche de los cafés, donde la gente se va a sentar en
tres bares, va a pedir un café y también podrá pedir un narrador a su
mesa que le contará un cuento”. Y concluye entusiasmado: “También los
sábados al mediodía, narradores contarán pequeños cuentos en la Plaza
Alsina”.
“El docente compone un personaje todo el tiempo. No es el mismo en el aula, que con su familia o cuando va a hacer las compras. Cuando los cuentos llegaron a mi vida, ya hacía diez años que contaba cuentos en el aula, pero no tomaba conciencia porque siempre fui muyco”, comenta Cuevas.
Hace cuatro años, Cuevas abrió un taller de literatura llamado Coturnos, en el que hombres y mujeres, sin importar la edad ni la experiencia previa, pueden ir para aprender a contar cuentos. “Los coturnos eran los zapatos que usaban los griegos para subir a escena.
Entonces, como el objetivo final es que logren subirse al escenario a contar un cuento, le puse coturnos como un objetivo del plan de trabajo”, explica.
Autodefinido como cuentacuentos, Cuevas marca una diferencia respecto del narrador oral. “El cuentacuentos es el típico narrador argentino, porque contamos literatura, toma un texto literario y lo cuenta. Ahora, cuando hablamos de un narrador, el narrador puede contar una anécdota, un artículo periodístico o una biografía”, afirma. Para Cuevas “todo se puede narrar, aunque es más bonito narrar literatura”. Sin embargo, advierte: “No todo el mundo tiene capacidades para ser narrador. Sí pienso que en toda familia hay un narrador espontáneo, ese que tiene disposición para la narración oral. Pero hay gente con más condiciones y otras con menos”.
Su casa es también su lugar de trabajo, el lugar donde enseña la técnica para contar cuentos. Cuevas detalla que el trabajo se sustenta en tres pilares fundamentales: la voz, la mirada y el cuerpo. Admite que hay géneros literarios que no le gustan, como el terror, y que hay otros que son de sus preferidos, como es el amor con un humor sutil.
En la biblioteca que usa para trabajar en las clases se destacan libros de Graciela Cabal, Liliana Cinetto, Ricardo Mariño. Luis Pescetti, Silvia Schujer y Ema Worms. “El conflicto más grande del cuentacuentos es el canon literario, qué voy a contar. En este momento, cuando voy a una librería, busco por autores. Voy a los que ya sé que me gustan”, asegura.
Asimismo afirma: “Hay que enamorarse de un texto porque cuando uno se enamora, eso es señal de que hay que contarlo.
En mi caso, solo cuento cuentos que me enamoraron”.
Sobre los cuentos elegidos, Cuevas afirma: “La selección de un texto no
es inocente”. Por eso, “cuando elegís un texto es porque querés decir
algo que está diciendo ese autor”. En esa línea, sostiene que hay un
compromiso ideológico con el autor y que usar esas palabras prestadas
ayuda a sacar las propias que por sí solas no salen. “Para mí fue
terapéutico desde la palabra prestada decir un montón de cosas como
cuentacuentos, que a lo mejor no me animaba a decir”, confiesa.
Encuentro de Cuentacuentos
“El narrador es un fenómeno de la Argentina, donde somos más bien
cuentacuentos”, afirma Raúl Cuevas, integrante del Círculo de
Cuentacuentos de Argentina desde hace seis años.
La historia de la narración en nuestro país tiene que ver con las
mujeres y especialmente con las maestras, quienes allá por la década del
60 empezaron a hacer narración oral. Tal es el caso de Marta Salotti y
Dora Pastoriza de Etchebarne, maestras que fundaron escuelas primarias
donde la prioridad era la narración de cuentos.
La narración oral es muy joven aún y no tiene gran difusión, por eso
se organizan encuentros de cuentacuentos no solo en Capital Federal,
sino también en Avellaneda, San Isidro, Berazategui, Olavarría, Bahía
Blanca.
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