martes, 16 de agosto de 2016

Sobre la Poesía y los talleres -Eduardo Esposito


En las postrimerías de los 90, y ya de vuelta de mi experiencia en la Patagonia , donde viví casi 10 años, siendo preceptor de un colegio en Paso del Rey -mis pagos de la infancia-, decidí volcar mis conocimientos de poesía en los alumnos del secundario. Confieso, que en parte fue una necesidad personal, ya que por aquel entonces, no encontraba pares en el oeste, con quien compartir lo mío. Paradójicamente, los alumnos me proporcionaron ese incentivo.

La poesía es una sola. No creo personalmente en las tribus ni en los ghetos. Son un despropósito, un atentado contra la verdadera poesía, "un círculo cerrado de ahorro del prestigio poético". Por lo tanto en mis talleres desfilan: el objetivismo, el neobarroco, el surrealismo, y todos los ismos posibles, sin censura. Sí, me preocupo por que del siglo XX para acá, nada quede vedado a mis alumnos. No me arrogo el derecho de privarlos siquiera de aquello que en lo personal no me agrade.

En el oeste del Gran Buenos Aires, siempre es necesario mencionar nombres. Cientos de poetas desconocidos por la cultura popular, Giannuzzi, Boccanera, Sexton, Trejo, Vallejo, Celan, Ungaretti, Yasan, etc. Por lo tanto apelo desde el primer día -hace ya 18 años- a la lectura de estos. Luego, en la segunda hora de taller, se trabaja con consignas de los más diversas, tanto personales, como tomadas de otros, grupales e individuales, esperando que estas sean desestructurantes, respecto a lo que se instala erróneamente en el ideario popular, como concepto de lo que es la poesía.

Algo que me maravilla, es que a pesar que la sociedad argentina es muy pacata, y seguimos sin entender qué

es la poesía, muchos jóvenes se acercan año tras año a mis talleres municipales de Moreno y Gral. Rodríguez. Amén de esto, hay gente de todas las edades y condición social, señal de que vamos por buen camino.

La mayor problemática en la zona, es socioeconómica. No somos, gracias a Dios, individuos a los que por ausencia de auténticos problemas, como los son el empleo, el comer todos los días, sólo pueden trasmitir sus digresiones existenciales, cosa que tristemente se ve en las grandes ciudades, es decir, gente que escribe "lindo", sobre su angustia "casi un Bergman de bolsillo, pero sin su genialidad". En nuestra comunidad hay necesidades reales, palpables, y tengo el privilegio de decir que los míos, no sólo no están tirados en las veredas consumiendo alcohol y paco, como método de evasión, sino que se lucen dondequiera que los inviten a leer, volcando su aversión al sistema perverso y a las desigualdades sociales, que les toca sufrir, simplemente a través de la poesía, tal como lo decía Artaud: " Y sino, para qué sirven, y para qué nacieron".

Hay tal libertad, -porque al fin y al cabo eso también es la poesía- que un alumno puede seguir viniendo el tiempo que crea necesario, para estímulo de sí mismo y de los demás, especialmente los nuevos. Uno elige cuándo volar, y crear su propia célula poética.

Suelo insistir en la necesidad de esperar un tiempo prudencial para editar, dado que la ansiedad suele jugarnos malas pasadas, de las que algunos, tomada la distancia temporal, se arrepienten. Sí los estimulo, a participar en revistas, blogs, y lecturas públicas, para foguerarse y "medir la temperatura de su evolución personal".

En la Argentina en general, y en el conurbano en particular, sigue existiendo la necesidad imperiosa de dar a los alumnos un abanico de estéticas y poetas, a fin de que ellos busquen referentes acordes a su idiosincracia. En parte esta labor debió haber sido cumplida por los profesores de literatura, a quienes no puedo decir que les agradezco su apoyo, ya que desde que yo era adolescente y aún en la actualidad, no muestran más que un desprecio a la poesía, ya que evidentemente creen, en su pacatería e ignorancia - salvo honrosas excepciones- que se trata de un género menor, haciendo como decía Benedetti, de la novela una vedette, y de la poesía una Cenicienta. Una verdadera blasfemia, comparable a que -siendo alguien profesor de historia, ignorase a Grecia en su cátedra, y pasase de Medopersia a Roma, salteándola, ex profeso.

De todas maneras, "la sabiduría queda probada justa por sus obras", decía Jesús, y yo añadiría "ergo, también la ignorancia, y la inutilidad del academicismo, para formar un artista auténtico, acaso un poeta".


Nota públicada hace un tiempo en rev LAK-BERNA 

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