Testimonios de un arte complejo
¿Qué sería del Rock sin la fotografía?
La pregunta dispara miles de universos posibles ya que en la
contemporaneidad de nuestra cultura rockera es casi impensable relegar a
nuestros artistas solo al aspecto musical sin tener en cuenta los
elementos visuales que van desde la tapa de un disco, sus presentaciones
en vivo, pasando por sus imágenes de prensa hasta llegar en algunos
casos a las proyecciones que se emiten en las pantallas de los shows.
La fotografía, lejos del pensamiento
superficial en el que se suele caer limitándola a tomar una cámara,
definir el espacio y disparar para obtener una imagen, es un arte y como
tal en su trasfondo hay un valor, subjetividad, composición,
interpretación del presente con mirada a futuro y un método determinado
por el campo de trabajo en donde se desarrolla, en este caso el rock.
En nuestro trabajo de realización
documental, entendimos esta importancia al advertir el valor que las
imágenes van cobrando a medida que pasan los años ya que las cosas
cambian, pero el registro visual nos acerca a trasladarnos a un momento
pasado para entender el presente. En conclusión, poco podríamos explicar
sobre los acontecimientos de las décadas anteriores en relación a los
sucesos que acontecieron al Metal Argentino.
Andrés Violante es uno de los fotógrafos más veteranos dentro del ambiente. Con 30 años de carrera, ha capturado imágenes de bandas como Hermética, Malón y Rata Blanca entre otras influyendo a gran parte de la cultura pesada Argentina:
“La importancia es superlativa, sin fotógrafos no hay estrellas
de rock ni posters pegados en las paredes de las habitaciones de todos
los fans alrededor del mundo, aun así, las condiciones de trabajo a
veces son catastróficas”.
Varias veces hemos hablado en este
espacio de la precariedad en que se ha desarrollado el Metal Argentino
tratando una y otra vez de elevar su nivel a base de esfuerzo de sus
integrantes. La fotografía dentro de este estilo no escapa a ello, una
prueba tajante es la carrera aficionada que varios fotógrafos vienen
llevando adelante dentro del estilo, una cosa que hoy en día se repite
en donde por lealtad a sus agrupaciones, inician un solitario camino
registrando el presente de sus músicos.
Fernando Serani, otro histórico
fotógrafo del ambiente comenzó de esta manera en 1993 y lleva en sus
espaldas haber participado en producciones de bandas y publicaciones
nacionales e internacionales, describiendo su trabajo con una
interesante comparación:
“Yo creo que un fotógrafo de rock y
especialmente de Metal es como un fotógrafo de guerra o un fotógrafo de
naturaleza, ¿esto qué significa? que hablando de la fotografía de
conciertos en vivo lo importante es capturar un momento que es único e
irrepetible y tener el ojo y el talento de ver ese momento, después
necesitas la técnica porque cualquier fotógrafo de hoy en día necesita
tener conocimientos de post producción, lo que antes era el revelado con
químicos y papel hoy es un revelado digital. Creo que el verdadero
profesional no solo se fija en que una foto esté bien tomada, lo más
importante es que la foto te transmita algo, que dé la sensación de que
es algo irrepetible y que te identifique a vos como fotógrafo.
El vivo es más como una trinchera
de batalla, tenes que salir ileso y al mismo tiempo inmortalizar lo que
está sucediendo, creo que ese es el verdadero valor del fotógrafo de
Metal”.
En la misma línea opina Martín Darksoul de la revista “Jedbangers”, un fotógrafo más contemporáneo que se destaca por la estética de sus imágenes:
“Lo que intento hacer en un show en vivo es tratar de llevarle a
la gente una mirada distinta a lo que se percibe en ese momento
tratando de ser lo más estético posible. La importancia es el documento
que va a quedar a futuro.”
Dentro del esfuerzo mencionado, debemos
pensar en el equipo de gente que a lo largo de estos 30 años ha
acompañado a las miles de bandas que componen el Metal Argentino, que
lejos de tener un fotógrafo profesional entre sus filas, este trabajo
siempre quedó en manos de amigos o conocidos que de manera autodidacta o
a los golpes que les dio la experiencia, podemos visualizar infinidad
de registros de otras épocas.
Fernando Serani
Fernando Serani
Si bien esto desde lo emotivo puede
resultar positivo, la marginalidad del ambiente metalero trae consigo
varias precariedades que no escapan a la fotografía, Fernando Serani amplía con una idea descriptiva de esta situación:
“Partamos de la base que el Metal
no es algo que esté aceptado por la cultura de nuestro país, siempre fue
el género postergado de la música Rock Argentina y eso se traduce a
todos los que trabajamos en el rubro: desde músicos, fotógrafos,
periodistas, productores, etc. A diferencia de otros países como Europa,
acá en Argentina no se trabaja cómodo, se vive una utopía constante, no
vive solamente de eso y tal vez no sea malo desde cierto punto de
vista, tal vez eso hace que uno tenga más amor por lo que hace y se
enfoque más en lo artístico que en lo comercial.
En el Metal somos un poco egoístas
en eso, creo que en el fondo queremos que sea un secreto o un tesoro
guardado por unos pocos, eso es una recompensa, uno de los aspectos de
no ser masivo.”
Sofia Yehié Gabras es relativamente nueva en el oficio. Desde hace unos años se dedica a fotografiar a “Almafuerte” e interpreta este arte de manera tajante y en retrospectiva:
“Fotógrafos eran los de antes,
aquéllos que soportaban escupitajos, luchaban con rollos y asas, se
trepaban para conseguir la mejor toma y buscaban el mejor retrato sin
posibilidad de acceder a un teleobjetivo.
Hoy en día, en un recital de dos
horas, es posible para el fotógrafo enumerar más de 3000 tomas, ya que
la tecnología ha allanado en gran medida su camino. Es por esto que la
técnica y el ojo entrenado hoy valen muchísimo en esta profesión, ya que
todos pueden ser fotógrafos por un día pero solamente unos pocos podrán
captar el más allá, aquél retrato que los deslumbró. Encuadrar la
diferencia en la imagen final es la tarea del fotógrafo del hoy.”
Sobre esto último, Andrés Violante manifiesta uno de los principales problemas a los que se enfrentan los fotógrafos hoy en día en que se transita la era digital:
“La sobreoferta de fotógrafos
aficionados que regalan su trabajo desvaloriza el trabajo de los
fotógrafos profesionales. Esto es realmente un problema para quienes nos
dedicamos a esto. Cuantos más fotógrafos seamos en la escena, mejor,
pero trabajar gratis les termina costando muy caro tanto a fotógrafos
como a los músicos y productores quienes por achicar gastos terminan
teniendo un material en el mejor de los casos, pobre”.
En conclusión, detrás de cada foto hay
una historia, desde el artista que la tomó, hasta el valor simbólico que
esa imagen va a tener para un seguidor de su banda, de ahí que tenga
una jerarquía poco valorada en un ambiente que necesita de ello y en una
época en donde lo visual juega un papel determinante.
Ext de Sucio y desprolijo
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