lunes, 9 de junio de 2014

Los Cafés Literarios en Chile






En Chile, los primeros cafés que aparecieron durante la Colonia imitaron a la taberna española y hasta allí acudían los jóvenes para jugar naipes y beber una copa. Sólo a comienzos del siglo XIX, los cafés proliferaron y la historia literaria y cultural de Chile empezó a escribirse en estos lugares..
Y siempre, junto a la comunicación,
la taza de café inicial que suaviza,
entibia y endulza...
Manuel Peña Muñoz
Desde su origen, los cafés fueron concebidos como un sitio especial para la convivencia, la conversación y la recreación social. Abiertos inicialmente en Turquía en 1554, se extendieron por todo el mundo árabe llegando hasta Europa, donde se instalaron los primeros cafés en el siglo XVII. En poco tiempo, estos lugares se convirtieron en un recinto predilecto de los escritores, intelectuales y políticos.
En Chile, los primeros cafés que aparecieron durante la Colonia imitaron a la taberna española y hasta allí acudían los jóvenes para jugar naipes y beber una copa. A diferencia de la tradición europea, la vida social de los escritores chilenos estuvo mayoritariamente relegada al interior de los hogares, prefiriéndose la casa del poeta, el bar, el club social o la cantina para reunirse. Sólo a comienzos del siglo XIX, los cafés proliferaron y la historia literaria y cultural de Chile empezó a escribirse en estos lugares.
En Santiago, a partir de 1850 los cafés más concurridos fueron los que se encontraban al interior de los hoteles más lujosos de la capital. En esta misma época la aristocracia buscó otro espacio para reunirse, los hogares. Así, imitando la tertulia francesa, inauguraron el Salón literario, en el que, progresivamente, participó la clase media ilustrada y las mujeres.
Por estos años, un grupo de selectos caballeros fundó El Club de La Unión, lugar donde se discutió la contingencia política y, además, se organizaron veladas literarias.




En 1879 con gran pompa se inauguró uno de los más famosos cafés de la época: la Confitería Torres, donde se celebró el Centenario de Chile en 1910.
A principios del siglo XX, la prosperidad del país se vio reflejada en los elegantes cafés que aparecieron en Santiago y en algunas provincias. En las décadas siguientes, el ambiente capitalino fue de mucho movimiento cultural y social, lo que incentivó la reunión de los intelectuales en distintos tipos de locales -bares, restaurantes, cantinas, cafeterías y salones de té-.
En los años sesenta hubo una revalorizaron de las veladas literarias. Este fue el tiempo de las "peñas folclóricas" y sesiones de lecturas poéticas. Sin embargo, aquella efervescencia cultural fue interrumpida durante el gobierno militar con el "toque de queda" que impidió la vida nocturna y provocó el cierre de los tradicionales locales de reunión. A fines de la década de 1980, fueron abiertos nuevos locales de cafés, los que hicieron renacer las antiguas tertulias literarias.
En la actualidad, han aparecido iniciativas originales para animar los encuentros entre escritores. Todavía en estos tiempos, afirma Manuel Peña Muñoz, "en torno a una taza de café se gestan ideas, revistas poéticas y ediciones de libros

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