La Carta
Lacró la carta. Nadie la leería hasta que no
llegara a su verdadero
destinatario.
Todo estaba preparado con antelación y detalle.
Nada podía salir
mal.
Terminó de vestirse y al salir entregó la
misiva al mensajero, quién
con su estruendoso ciclomotor aguardaba fuera
desde hacía unos
minutos.
Toda su vida había querido ser alguien, un
personaje conocido,
prominente, un líder con todas las letras pero
siempre su
impulsividad echaba por la borda todo proyecto;
su arrogancia
defenestraba todo tipo posible de amistad o
acercamiento a alguien.
Sin esposa, hijos ni tan siquiera un perro que
le moviese la cola al
llegar del trabajo, su vida se había vuelto
gris.
Era un Don Nadie que a su muerte jamás sería
recordado ni estaría
en los titulares de diario alguno.
Quizás hoy todo cambiase, quizás su libre
albedrío pudiesen romper
con esa racha de mediocridad a la que parecía
confinado sin solución
posible.
Ingresó en las oficinas en las que trabajaba
desde hacía poco más de
veinte años y en las que aún seguía siendo un
empleaducho más.
Un brillo iluminó su mirada cuando divisó un
sobre encima de su
escritorio. ¡Al fin sería alguien!
Echó una mirada de satisfacción a los lados y
sonrió. Abrió la carta
lacrada.
Al día siguiente había logrado su objetivo: los
titulares de todos los
diarios hablaban de la explosión que había
causado su muerte, al fin
era famoso aunque más no fuese por un día.
“Con el anzuelo de la mentira pescaréis la
verdad”
Polonio (Hamlet)
Mentía demasiado. Nada era imposible para ella;
capturar la luna y
confiscarla en la palma de su mano, trastocar
la esencia de las cosas
en un fractal ilusionismo. Todo era tan fácil.
Querían creerle. Lo ansiaban y ella no sería
quién destruyera sus
ilusiones.
Se los dijo pero como siempre creyeron sus mentiras,
las tomaron
como universales verdades una vez más.
A veces se sentía como aquel cuento del pastor
y el lobo.
Esta vez el lobo atacaría y ellos no podrían
salvarla.
Por eso lo hizo, por la devoción que ellos le
ofrecían.
Nunca supo por qué fingir una enfermedad
Terminal había sido tan
simple pero quitarse la vida había costado
tanto.
Sensibilidad
Sus palabras taladran mis oídos. Aún me parece
escucharlo
diciéndome que soy estéril, que soy desierto
inhóspito, que nada
puede florecer en mí, que no tengo vida
interior.
¿Qué sabe de mi alma? ¿Cómo puede vislumbrar lo
que mi corazón
siente? Cómo se atreve a creer siquiera que no
tengo sentimientos,
que no puedo amar.
No ha llegado a conocerme lo suficiente, ni se
ha dado la
oportunidad de aventurarse en mis dominios, de
sumergirse en mis
profundidades.
Y yo, ilusa, le abrí las puertas del alma y lo
proveí de una daga para
que me hiriese a diestra y siniestra.
Cómo pudo siquiera suponer que fuese egoísta,
que sólo me
importara la posesión y no el amor; que todos
mis sentimientos
fuesen un capricho.
¿Caprichosa yo? ¿Sólo por entregarle el corazón
para que lo adorara?
¿Sólo por planificar una vida juntos sin
consultarlo? ¿Sólo por
pensar que jamás podría dejarme? ¿Sólo por
exigir la incondicional
voluntad de sus días?
No ha sabido conocerme. Soy más sensible de lo
que él suponía.
Por eso debo desterrarlo de mi mente; no vale
lo suficiente mi
sufrimiento.
El cadáver del hombre quedó tendido en la
calle, junto al dintel de la
puerta que jamás llegó a abrir.
(*) de Epígrafes propios y ajenos- 2007
SIN LUZ
Está esperando que escape. Aguarda que un
minúsculo movimiento
delate mi posición para atacarme. No le voy a
dar el gusto, no voy a
permitir que me despedace como un trozo de
carne vieja.
Sabía que iba a llegar este momento alguna vez.
Era lógico. Fueron
años de espera. Yo lo delaté ante las
autoridades.
Gracias a mí se pudrió en la cárcel tanto tiempo y ahora no hay Programa de
Gracias a mí se pudrió en la cárcel tanto tiempo y ahora no hay Programa de
protección de testigos que me salve.
Piensa que dejándome en la oscuridad voy a
correr como una
cucaracha cuando encienda la luz. Está
equivocado. Ambos somos
viejos ya, pero mis instintos están como eran
hace treinta años.
Oscuridad total. Alrededor mío sólo hay
oscuridad. ¿Tan estúpido
me cree como para ir a ver los interruptores?
Lo único que le salió
bien es que el teléfono inalámbrico no funciona
y el celular lo tengo
descargado. No puedo llamar a nadie para que me
socorra.
Demasiado tiempo pasó tramando la venganza.
Eran mentiras los
rumores sobre su muerte en la prisión. El
desgraciado sabía que
iban a llegarme los dichos; seguramente urdió
todo esto desde la
oscuridad de su celda y ahora está haciendo lo
mismo conmigo,
sumergiéndome en la penumbra para que asome la
cabeza con la
menor iluminación y pueda pisarme como un
insecto.
Luz. Otra vez encendió la luz. Tengo el
teléfono al alcance de
la vista, debo apurarme a tomarlo. ¡Maldición!
Volvió a cortar la
energía. Está jugando al gato y al ratón
conmigo… no voy a dejar
que se salga con la suya.
Me duele el pecho. No importa. Voy a poder
sobrevivir. No pasé
treinta años escondido, con otra identidad, con
una nueva vida,
para que él venga y me arrebate todo. Es verdad
que fui un
asesino como él, un ladrón sin escrúpulos a la
hora de golpear y
masacrar…pero eso me hace más fuerte para
resistir…
Sigue jugando con la luz. La enciende cinco ó
diez segundos y la
vuelve a cortar.
No. La puntada en el pecho. El brazo dormido…
Aguantar, tengo que aguantar. Quizá un paso más
pueda
ayudarme. Es mucho el dolor… debo alcanzar las
pastillas sobre el
mueble. Las tomaré sin agua. No interesa.
Mis dedos a tientas buscan el frasco. Conozco
el departamento de
memoria aunque esté en sombras.
¡Maldito! Apaga la luz otra vez y vuelve a
encenderla…debo llega
antes que este débil corazón me traicione.
La puntada es horrible; apenas puedo
respirar…apenas pue…
Voces débiles en el sótano del edificio.
--Todo está bien señora con la llave de luz.
Tiene que tener más
cuidado cuando enchufe muchas artefactos.
¡Cuidado con su bebé,
está jugando con la llave de luz de un
apartamento! ¡Debe haber
dejado a oscuras a alguien!
(**) próximo a editar en “Cuentos para no
dormir II”
Sus músculos pregonaban la fuerza de miles de fibras contrayéndolo todo, incluso la rabia. Se había convertido en una eficiente máquina de asalto, un arma mortal que destruía todo a su paso sin detenerse en detalles ni opciones.
Nadie jamás lastimaría su coraza; su pecho amurallado estaba dispuesto a resistir miles de embates sin acusar tan siquiera un roce.
Pero ahora, esa defensa, esa herramienta que convertía su humanidad en impenetrable le había traicionado.
Él yacía en el suelo: y de ella era la culpa.
Pensó en la esencia del escorpión, en el involuntario reflejo que la llevaba a defenderse de todo movimiento agresor, en la cima a la que sus pasos la habían conducido.
Se inclinó hacia él aunque más no fuese para tocarlo, siquiera para decirle que quería que siguiera intentando acercarse a ella.
Un grito la paralizó
-¡¡Nunca más te abrazo por sorpresa!! ¡¡Ese karate de mierda me va a romper los huesos un día!! -bramó la voz masculina.
Sorpresa- microficción ó microcuento
Tantos años acumulando dolor e impotencia, ahorrando energía robada al
tan necesario sueño, sacrificando el presente en pos del incierto futuro.
Sus músculos pregonaban la fuerza de miles de fibras contrayéndolo todo, incluso la rabia. Se había convertido en una eficiente máquina de asalto, un arma mortal que destruía todo a su paso sin detenerse en detalles ni opciones.
Nadie jamás lastimaría su coraza; su pecho amurallado estaba dispuesto a resistir miles de embates sin acusar tan siquiera un roce.
Pero ahora, esa defensa, esa herramienta que convertía su humanidad en impenetrable le había traicionado.
Él yacía en el suelo: y de ella era la culpa.
Pensó en la esencia del escorpión, en el involuntario reflejo que la llevaba a defenderse de todo movimiento agresor, en la cima a la que sus pasos la habían conducido.
Se inclinó hacia él aunque más no fuese para tocarlo, siquiera para decirle que quería que siguiera intentando acercarse a ella.
Un grito la paralizó
-¡¡Nunca más te abrazo por sorpresa!! ¡¡Ese karate de mierda me va a romper los huesos un día!! -bramó la voz masculina.
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