domingo, 2 de febrero de 2014

CUENTOS Y RELATOS BAJO EL SOL


 









La Carta


Lacró la carta. Nadie la leería hasta que no llegara a su verdadero

destinatario.

Todo estaba preparado con antelación y detalle. Nada podía salir

mal.

Terminó de vestirse y al salir entregó la misiva al mensajero, quién

con su estruendoso ciclomotor aguardaba fuera desde hacía unos

minutos.

Toda su vida había querido ser alguien, un personaje conocido,

prominente, un líder con todas las letras pero siempre su

impulsividad echaba por la borda todo proyecto; su arrogancia

defenestraba todo tipo posible de amistad o acercamiento a alguien.

Sin esposa, hijos ni tan siquiera un perro que le moviese la cola al

llegar del trabajo, su vida se había vuelto gris.

Era un Don Nadie que a su muerte jamás sería recordado ni estaría

en los titulares de diario alguno.

Quizás hoy todo cambiase, quizás su libre albedrío pudiesen romper

con esa racha de mediocridad a la que parecía confinado sin solución

posible.

Ingresó en las oficinas en las que trabajaba desde hacía poco más de

veinte años y en las que aún seguía siendo un empleaducho más.

Un brillo iluminó su mirada cuando divisó un sobre encima de su

escritorio. ¡Al fin sería alguien!

Echó una mirada de satisfacción a los lados y sonrió. Abrió la carta

lacrada.

Al día siguiente había logrado su objetivo: los titulares de todos los

diarios hablaban de la explosión que había causado su muerte, al fin

era famoso aunque más no fuese por un día.


De mentira a Verdad
“Con el anzuelo de la mentira pescaréis la verdad”

Polonio (Hamlet)

Mentía demasiado. Nada era imposible para ella; capturar la luna y

confiscarla en la palma de su mano, trastocar la esencia de las cosas

en un fractal ilusionismo. Todo era tan fácil.

Querían creerle. Lo ansiaban y ella no sería quién destruyera sus

ilusiones.

Se los dijo pero como siempre creyeron sus mentiras, las tomaron

como universales verdades una vez más.

A veces se sentía como aquel cuento del pastor y el lobo.

Esta vez el lobo atacaría y ellos no podrían salvarla.

Por eso lo hizo, por la devoción que ellos le ofrecían.

Nunca supo por qué fingir una enfermedad Terminal había sido tan

simple pero quitarse la vida había costado tanto.



Sensibilidad 

Sus palabras taladran mis oídos. Aún me parece escucharlo

diciéndome que soy estéril, que soy desierto inhóspito, que nada

puede florecer en mí, que no tengo vida interior.

¿Qué sabe de mi alma? ¿Cómo puede vislumbrar lo que mi corazón

siente? Cómo se atreve a creer siquiera que no tengo sentimientos,

que no puedo amar.

No ha llegado a conocerme lo suficiente, ni se ha dado la

oportunidad de aventurarse en mis dominios, de sumergirse en mis

profundidades.

Y yo, ilusa, le abrí las puertas del alma y lo proveí de una daga para

que me hiriese a diestra y siniestra.

Cómo pudo siquiera suponer que fuese egoísta, que sólo me

importara la posesión y no el amor; que todos mis sentimientos

fuesen un capricho.

¿Caprichosa yo? ¿Sólo por entregarle el corazón para que lo adorara?

¿Sólo por planificar una vida juntos sin consultarlo? ¿Sólo por

pensar que jamás podría dejarme? ¿Sólo por exigir la incondicional

voluntad de sus días?

No ha sabido conocerme. Soy más sensible de lo que él suponía.

Por eso debo desterrarlo de mi mente; no vale lo suficiente mi

sufrimiento.

El cadáver del hombre quedó tendido en la calle, junto al dintel de la

puerta que jamás llegó a abrir.

(*) de Epígrafes propios y ajenos- 2007 

 

















SIN LUZ 

Está esperando que escape. Aguarda que un minúsculo movimiento

delate mi posición para atacarme. No le voy a dar el gusto, no voy a
permitir que me despedace como un trozo de carne vieja.

Sabía que iba a llegar este momento alguna vez. Era lógico. Fueron

años de espera. Yo lo delaté ante las autoridades.
Gracias a mí se pudrió en la cárcel tanto tiempo y ahora no hay Programa de

protección de testigos que me salve.

Piensa que dejándome en la oscuridad voy a correr como una

cucaracha cuando encienda la luz. Está equivocado. Ambos somos

viejos ya, pero mis instintos están como eran hace treinta años.
Oscuridad total. Alrededor mío sólo hay oscuridad. ¿Tan estúpido
me cree como para ir a ver los interruptores? Lo único que le salió
bien es que el teléfono inalámbrico no funciona y el celular lo tengo
descargado. No puedo llamar a nadie para que me socorra.
Demasiado tiempo pasó tramando la venganza. Eran mentiras los
rumores sobre su muerte en la prisión. El desgraciado sabía que
iban a llegarme los dichos; seguramente urdió todo esto desde la
oscuridad de su celda y ahora está haciendo lo mismo conmigo,
sumergiéndome en la penumbra para que asome la cabeza con la
menor iluminación y pueda pisarme como un insecto.
Luz. Otra vez encendió la luz. Tengo el teléfono al alcance de
la vista, debo apurarme a tomarlo. ¡Maldición! Volvió a cortar la
energía. Está jugando al gato y al ratón conmigo… no voy a dejar
que se salga con la suya.
Me duele el pecho. No importa. Voy a poder sobrevivir. No pasé
treinta años escondido, con otra identidad, con una nueva vida,
para que él venga y me arrebate todo. Es verdad que fui un
asesino como él, un ladrón sin escrúpulos a la hora de golpear y
masacrar…pero eso me hace más fuerte para resistir…
Sigue jugando con la luz. La enciende cinco ó diez segundos y la
vuelve a cortar.
No. La puntada en el pecho. El brazo dormido…
 Aguantar, tengo que aguantar. Quizá un paso más pueda
ayudarme. Es mucho el dolor… debo alcanzar las pastillas sobre el
mueble. Las tomaré sin agua. No interesa.
Mis dedos a tientas buscan el frasco. Conozco el departamento de
memoria aunque esté en sombras.
¡Maldito! Apaga la luz otra vez y vuelve a encenderla…debo llega
antes que este débil corazón me traicione.
La puntada es horrible; apenas puedo respirar…apenas pue…
Voces débiles en el sótano del edificio.
--Todo está bien señora con la llave de luz. Tiene que tener más
cuidado cuando enchufe muchas artefactos. ¡Cuidado con su bebé,
está jugando con la llave de luz de un apartamento! ¡Debe haber
dejado a oscuras a alguien!
(**) próximo a editar en “Cuentos para no dormir II”




Sorpresa- microficción ó microcuento

Tantos años acumulando dolor e impotencia, ahorrando energía robada al tan necesario sueño, sacrificando el presente en pos del incierto futuro.

Sus músculos pregonaban la fuerza de miles de fibras contrayéndolo todo, incluso la rabia. Se había convertido en una eficiente máquina de asalto, un arma mortal que destruía todo a su paso sin detenerse en detalles ni opciones.
Nadie jamás lastimaría su coraza; su pecho amurallado estaba dispuesto a resistir miles de embates sin acusar tan siquiera un roce.

Pero ahora, esa defensa, esa herramienta que convertía su humanidad en impenetrable  le había traicionado.

Él yacía en el suelo: y de ella era la culpa.


Pensó en la esencia del escorpión, en el involuntario reflejo que la llevaba a defenderse de todo movimiento agresor, en la cima a la que sus pasos la habían conducido.
Se inclinó hacia él aunque más no fuese para tocarlo, siquiera para decirle que quería que siguiera intentando acercarse a ella.

Un grito la paralizó

 -¡¡Nunca  más te abrazo por sorpresa!! ¡¡Ese karate de mierda me va a romper los huesos  un día!!  -bramó la voz masculina.

 

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El septyimo cielo en los ojos n°60