domingo, 2 de febrero de 2014

MIRADAS DESDE LO PROFUNDO (CRÓNICAS)

Crónica de las aventuras en Goya- Corrientes-Octubre 2009-II Festival Internacional de Goya


*Debido a la insistencia de la Zacoutegui, retomo algunas crónicas-aventuras de años anteriores//No hay obligación de leer y si lo hacen : no critiquen!! :)
                            
Patricia Ortiz y yo, tomamos el micro el día 8 de Octubre a las 19:45 hs.  rumbo a la ciudad de Goya, Corrientes ¿El motivo? asistir al II Encuentro Internacional de poetas, narradores, declamadores y académicos auspiciado por la Municipalidad de Goya y declarado de interés general por la Cámara de Senadores y Diputados de la provincia de Corrientes (a la madonna!); organizado además por el presidente de la SADE Goya, Ramón Cavalieri.
Luego de 9 horas de viaje y ubicadas en el primer asiento de la parte superior del micro, llegamos a Goya a las 06 a.m. de la madrugada del día viernes.
Arrastrando las valijas, bolsos, bolsitas, carteras (y todo aquello de lo que se precie llevar una verdadera mujer) nos dirigimos al Hotel Taragui –previas indicaciones de “doble pa aca, pa allá y como sea”; nos ubicamos en la habitación, nos dimos una ducha (por separado por supuesto) y fuimos a desayunar.
Allí nos encontramos con otra poeta de Buenos Aires: Mary Acosta.
De allí derecho al Teatro municipal, donde sería abierto el encuentro
entre pomposidad y verdadera organización.
Nos ubicamos en las pocas butacas que quedaban –luego de acreditarnos con la correspondiente tarjetita colgada del pecho con nombre y procedencia por supuesto-.
En medio de las numerosas presentaciones envié rápidamente –para no dejar de observar los actos de apertura- un mensaje de texto a Ramón Rojas Morel –locutor y periodista de Corrientes, capital- con quién habíamos quedado en darnos una escapada para encontrarnos.
El texto del mensaje decía algo así como “Ramón, soy Liliana Varela, ya llegué a Corrientes, decime dónde podemos encontrarnos hoy (ya que pensábamos hacer tres horas de micro para ver a Ramón ese día y volver tarde a la noche)”.
Al rato recibí un simple “teatro” a lo que pregunté a Patricia qué nos habría querido decir Ramón ¿qué deberíamos encontrarnos en el teatro de la ciudad de Corrientes?. Volví a reenviar el mensaje pidiéndole que me aclare las cosas pero no me contestó.
Antes que terminase la jornada –que duraba hasta las 12:30 aproximadamente- nos levantamos con Patricia para ir a tomar algo porque estábamos super cansadas. En el ínterin y luego de caminar muchas cuadras para encontrar un lugar para sentarnos, llamé a Ramón a su celular pero lo tenía apagado.
Ya un tanto molesta le dije a Patricia ¿qué anda sucediendo...no nos quiere atender? y mis calores humorales comenzaron a exaltarse.
Decidí por tanto llamar al celular de la esposa de Ramón Rojas Morel; noté asombrada que el prefijo era distinto….”que raro” pensé siendo ambos de la misma ciudad…Y ¡allí descubrí la metida de pata!!
¡Había confundido el teléfono de Ramón Rojas Morel con el de Ramón Cavalieri!...por eso la contestación del mismo de “Teatro”…¡claro! Cavalieri estaba sentado en el teatro unas tres filas delante de mí y después apagó el celular porque habrá dicho “qué pesada esta mujer, no se da cuenta que estoy en plena actividad”.
¿Conclusión? : a la hora del lunch, me presenté avergonzada diciéndole…”soy Liliana Varela Ramón…perdón, te confundí con otro Ramón”….pero el buenazo de Cavalieri me estrechó en un abrazo y luego, en un aparte del lunch me comentó que tenía ganas de conocerme porque yo le había parecido “Un personaje” (¿qué me habrá querido decir?). 
En fin, terminado el lunch y luego de una buena ingesta de bebidas con alcohol por supuesto, nos fuimos a dormir la siesta de una hora para retornar a las lecturas que se darían a la tarde en el Centro Cultural de Goya.
Por desgracia, nos enteramos en el mismo lunch que la cena de despedida que pensaba hacerse la noche del domingo se había pasado para ese mismo viernes (y encima ya habíamos quedado con el otro Ramón para ir a verlo a Corrientes ese mismo día). Hubo que volver a llamar al Morel y decirle que cambiábamos los planes para el domingo otra vez (luego de las 03 p. m.)
La cena de bienvenida estuvo de lo más entretenida; la mesa –por puro azar- tenía como integrantes a un psiquiatra, una psicóloga, un gastroenterólogo, una docente humanística, una escritora y nosotras dos (por favor…bromas aparte con lo de la psiquiatría).
Nos bailamos todo (nos tomamos todo..pero eso es lo de menos). Y me tocó bailar el chámame con el presidente de la SADE (confieso que no me gusta el chámame pero eso n0 quiere decir que no lo supiera bailar), además ¿quién puede decirle que no a un presidente?.
La Ortiz, por supuesto…corrió a buscar desesperada la cámara para filmar…
Esa noche terminamos a las 3 a. m y nos fuimos a acostar para levantarnos a las 8 Am del día siguiente.
Ese sábado me tocó una mesa de lectura por la mañana; al momento de llamarme y decir mi nombre, alguien gritó con el típico tono correntino “Se bailó todo anoche” (no sé qué quiso decir).
Ese día todo consistió en comer chipá (especie de masa con almidón, muy rica), leer poesía y luego de un breve receso volver al teatro para escuchar declamaciones.
Pero ¿por qué mentir? el receso lo hicimos…pero al teatro no volvimos jaja nos fuimos al Casino!!!!
Cambiamos fichas para jugar en las maquinitas y yo, cada dos por tres me acercaba a la barra del bar –dónde sólo los hombres estaban, ya que las mujeres estaban jugando- para ver cómo iba el partido de Argentina-Perú.
Nos separamos con la Ortiz por las distintas maquinitas; yo, con mi vasito con escasas moneditas..hacía unos créditos pequeñitos y los cobraba en fichas. En una de esas veo a la Ortiz puchereando (haciendo trompita podríamos decir). ¿La causa? ¡¡se había jugado todas las fichas!!. Me le acerqué y le dije: “tomá, te presto 4, después me la devolvés”
Al rato la niña había ganado unas cuantas fichas más (claro, sin olvidar que había “comprado más”); me devolvió mis 4 fichas y seguimos jugando por separado.
Quedábanme a mi unas 20 fichas, cuando veo a la Ortiz otra vez cabizbaja y tristona: había vuelto a perder!...
¡Vamos! dije- tenía razón tu hija: no te traigo más. Ergo, cambié las fichas que quedaban y nos fuimos a cenar a la plaza. ¡Sí! a la plaza misma; como hacía calor las mesas se ponían en la plaza principal y los mozos cruzaban la calle con las bandejas raudos.
Luego de tomarnos una buena cerveza y comer unos maníes (obviamente después de haber esperado por una mesa un buen rato) el mozo nos dijo: “perdón, me olvidé de su pizza, ahora se las traigo” ¿Conclusión? : una segunda cerveza acompañó la finalmente pizza entera que llegó y de la cual sólo se consumió la mitad.
Retornamos al hotel tipo dos de la mañana y “obligamos a juramentar al conserje” a despertarnos así tuviese que tirar la puerta abajo a las 4:30 a.m., es decir, dos horas y media después ya que un nuevo cambio de planes nos había hecho pactar con Ramón Rojas Morel el ir a verlo por la mañana para retornar a las lecturas del último día –domingo- del encuentro.
Los golpes invadieron la habitación y nos levantaron a las dos horas y media; como pudimos nos vestimos y sin pintarrajearnos –maquillarnos para que quede mejor al decirlo- nos embarcamos en el micro que nos llevaría a Corrientes capital a las 5:35 a.m.
No pregunten si sentimos la tremenda lluvia que dicen los goyanos y correntinos que hubo a esa hora porque en cuánto subimos el sueño nos dominó por entero hasta llegar –previo despertar asustado de mi parte una hora antes- a Corrientes capital a las 8:30.
Esperamos hasta las 9:10 y avisamos a Ramón Rojas Morel que estábamos en la Terminal por si él quería venir antes y estaba despierto (ya que estaba pactado para las 10 nuestro encuentro).
Ramón apareció con una tremenda sonrisa y una cara de sueño tremenda cerca de 9 y media pasadas; luego de abrazos y saludos nos metió en un remis y nos llevó a conocer la Costanera del río Paraná frente al Casino de Corrientes, capital.
Recorrimos, lo grabamos…él nos grabó a nosotras (aún estamos inquiriendo en qué mercado negro piensa vender o truequear la filmación) y luego tomamos algo en la confitería del casino.
Charla va, charla viene se nos fue la hora rápidamente y había que tomar un remis que nos devolviera a la Terminal.
Acostumbrada a los cartelones que llevan los taxis en capital federal, Ramón me comentó que allí sólo existían coches normales con un simple cartel en el vidrio que decía “remis”; por lo tanto se imaginarán mi desesperación al parar un coche que supuse remis.
Fíjense si habrá sido mucha mi desesperación que el remisero me preguntó si “estaba queriendo volar ” al hacerle señas.
La cosa es que el remisero y Ramón conocían al mismo fotógrafo de Goya que me había pedido sacarse una foto conmigo; Ramón me comentó: “mirá que es recién viudito” razón por la cual cada vez que veía al sujeto –después de aquella infidencia- me desplazaba en dirección opuesta.
Esa tarde en Goya fue cansadora pero hermosa; leímos y fuimos al teatro al último espectáculo. Luego de allí todo fue: fotos, promesas de intercambio de mails y próximos encuentros futuros.
A la camita más temprano que antes y al otro día a la estación de Goya para retornar a casa.
El viaje fue relativamente placentero; claro, sin mencionar que no nos dieron alfajorcitos, que la máquina de café no funcionaba y que la película –con la cual me entusiasmé – se cortó dos veces y jamás terminó de proyectarse (ahora me queda la deuda con Liam Neeson). 
La cosa es que llegando a Zárate, distante a unos 100 Km de Capital Federal envío a mi esposo un mensajito diciéndole que llegaría seguramente más temprano; por lo tanto él me envía contestación diciendo que ya había llegado a esperarme.
Algo sucedió en la ruta y toda una interminable fila de automóviles detuvieron su andar…fue un desastre. Los celulares sonaban dentro del micro y todos comentaban “sí, debe haber un corte de ruta, o un piquete o un accidente”
¿Conclusión?: avisé a mi esposo que regresara a casa, que seguramente tardaríamos unas dos horas más de demora.
Cuando él optó por regresar y a eso de los diez minutos, todo se descongestionó (un automóvil se había quedado parado en el medio del puente de Zárate y se había cortado todo el tráfico). Otra vez mensajito a mi esposo: “Todo a la normalidad, retorná”
Entrando en Retiro, a las puertas de la bajada del micro, mi esposo llama por teléfono y le digo que estamos ingresando.
¡Claro! no conté con que una grúa decidiera cortarnos a nosotros el paso para asistir a un micro que se había roto en el medio del acceso a las plataformas de desembarco. ¿qué pasó? : veinte minutos más demorados.
Mi esposo me avisó que estaba estacionado en la plataforma número 60; el micro nos dejó –luego de esos 20 minutos- en la plataforma 6.
Con Patricia parecíamos zombies tirando de otros cadáveres que en ese momento eran valijas..pero finalmente llegamos.
Dejamos a Patricia en su casa; yo llegué a la  mía unas tres horas después de lo que pensaba llegar; me duché, cené, me acosté y no supe nada más del mundo hasta el otro día por la mañana…
Fin de la crónica…

PD: ahhh ¿querían que les cuente que tuve que conseguirle “la charla del chico que le gustaba a la Ortiz”…¡no sean chusmas ché! ¡tampoco les pienso contar del psiquiatra! …dejen algo pa después

                                        


Crónica de la Violencia II-Una más para el camino... 

Ahí viene otra vez de la calle…y  borracho como siempre. Se choca con la mesa y tira todo lo que hay arriba; siempre es igual. A mi mamá no le importa, nunca le importó. Ella se emborracha como él   y, cuando mi hermanita de 4 años llora de hambre,  le pega con más bronca que cuando no  está tomada.


Por eso yo siempre corro a proteger a mi hermanita, es como una muñeca para mí, me da lástima. Le digo a mi mamá que no se preocupe, que yo me la llevo para que la deje dormir; ella siempre se enoja y grita diciendo que esa “pendejita” ya no le sirve ni para pedir plata y que pronto la va a hacer trabajar como lo hace conmigo.

Cuando me llevo a mi hermanita me voy por la villa a otras casas, a ver si alguien tiene un pedazo de pan duro –o leche, si alguno llegó a cobrar ese día—para ella ¡Si vieran con que ganas come el pedazo de pan duro!.
A veces me preguntan si quiero a mi hermana... ¡Qué sé yo! ; Lo único que sé es que escucha todo lo que le digo y que  cuando lloro me pasa la manito chiquita por la cara y me da un beso lleno de baba.

Ella por lo menos sabe que tiene 4 años; yo no estoy segura. Mi mamá una vez me dijo que tenía como unos 11 ó 12 pero que no se acordaba, porque no estaba para estupideces; Sí me acuerdo que hace tiempo –no sé cuánto- mi mamá le dijo a ese viejo asqueroso que hiciera lo que quisiera conmigo porque yo ya era una mujer y que tenía más de 10 años; recién ahí el viejo le dio los $10 pesos.

¡Ese viejo asqueroso, con olor a vino! Recuerdo que seguí el consejo de Doña Elvira, la viejita del fondo de la villa, ella me dijo –cuando fui llorando a su casa el día que papá me lastimó de forma rara y muy fea- que cada vez que estuviera con un tipo cerrara los ojos y pensara cosas lindas, que pensara que yo no estaba ahí, sino en otra parte, en un parque con mi hermanita.

                                    


¡NO! Otra vez viene mi papá a donde estoy yo acostada; mi mamá no llegó todavía del bar y mi hermanita está durmiendo. No soporto más como me hace doler y menos aguanto el olor a vino que no me deja respirar; él me dice que tengo que aprender a hacer mejor las cosas porque a los hombres les gusta que una sepa, pero estoy muy cansada…hoy trabajé mucho.

De pronto mi hermanita comienza a llorar ¡qué tonta que soy!  Mi papá no venía hacia mi cama sino hacia la de la chiquita…y yo ya conozco esa mirada, pero ella es todavía demasiado chica y además es mía, es mi muñeca. ¡Tengo que hacer que papá venga conmigo!


Caigo en el piso entre las botellas rotas de vino; papá me pegó una trompada muy fuerte y me sale sangre de la boca y la nariz…



Dejo la puerta abierta cuando salgo corriendo de la casilla con mi hermanita en brazos, por ahí Doña Elvira puede ayudarme como me ayudó con lo de los tipos.
No miro para atrás… ¿para qué?
Cuando mi mamá vuelva del bar lo va a encontrar a mi papá tirado en el piso  y con la botella rota metida en su estómago…
Mejor me apuro…porque me va a buscar para pegarme.

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El septyimo cielo en los ojos n°60