[…]
debemos incluir en los géneros discursivos tanto las breves réplicas
de un dialogo cotidiano […] como un relato (relación) cotidiano,
tanto una carta (en todas sus diferentes formas) como una orden
militar, breve y estandarizada; igualmente allí entrarían un
decreto extenso y detallado, el repertorio bastante variado de los
oficios burocráticos […], todo universo de declaraciones públicas
[…]; pero además tendremos que incluir las manifestaciones
científicas, así como todos los géneros literarios (desde un dicho
hasta una novela en varios tomos).
Mijaíl
Bajtín
I
Probablemente,
Mijaíl Bajtín sea un personaje tan heterogéneo como la estética
que en vida propuso. Así como se ocupó de problematizar el texto
literario, insistiendo en el carácter polifónico del enunciador, en
su cualidad dialógica y en la diversidad de géneros discursivos que
le son limítrofes, él mismo se nos presenta en la actualidad como
un personaje ambiguo. Por un lado, los nombres de Voloshinov y
Medvedev ligados al suyo se suponen seudónimos de un mismo crítico
amenazado por el estalinismo; por el otro, su teoría no se
constituye como un sistema estricto y acabado, sino que germina de
una manera similar a la de la creación estética.
Se
puede distinguir por lo menos cuatro períodos —períodos, si se
quiere, contradictorios— en la obra de este complejo teórico.
Estos serían:
-
El fenomenológico: donde trata la relación autor/héroe como si de una relación entre seres humanos se tratara.
-
El sociológico: donde prioriza lo social, postulando que el lenguaje y el pensamiento son intersubjetivos.
-
El lingüístico: donde, en oposición a la lingüística estructural y a la poética formalista, propone una translingüística, es decir, una pragmática, que sostiene que el discurso es un puente que se tiende entre las personas (durante esta época escribe su trabajo sobre Dostoievski).
-
El histórico-literario: donde expone que la obra literaria es un discurso homogéneo, pero opuesto a las normas lingüísticas generales (durante esta época escribe su libro sobre Rabelais y su teoría de la diversidad de los discursos).
Como
podemos apreciar, en la base de la teoría bajtiniana del lenguaje
reside el concepto de enunciado, unidad real de la comunicación
discursiva que es inherente a sus circunstancias de enunciación. En
un texto literario, por ejemplo, se establecen distintos tipos de
diálogos: entre el lector y el autor, entre el autor y el héroe,
entre los personajes. Por lo general, el enunciado literario se
remite a otros enunciados, al mismo tiempo que dialoga con otros
enunciados literarios. Esto fue claramente advertido por Bajtín,
quien postuló que el texto literario es una forma especial de
enunciado que establece, por un lado, un diálogo histórico con el
lector, y por el otro, un diálogo poético con las demás obras
literarias.
Ahora
bien, el lenguaje es también ideología, y la literatura, por tanto,
está cargada de valor ideológico.
No hay literatura sin lectores y no hay lectores que no estén
atravesados por las variables espacio-temporales y con las cargas
culturales, históricas y sociales que ellas implican.
La
literatura contiene una memoria, la de la sociedad, la de un sector
social, o, por lo menos, la de quienes escribieron y pudieron
transmitir con cierta constancia su memoria. Así
pues, el enunciado literario, por el solo hecho de estar dirigido a
alguien en un contexto determinado, es social; y el factor
ideológico, pasible de ser rastreado en el sentido de la obra.
II
Bajtín
no se ocupa del discurso poético sino para diferenciarlo del
narrativo, que es el que realmente le interesa. En Estética
y teoría de la novela,
libro de 1935, dice que en la poesía no se utiliza literariamente la
dialogización natural del discurso. En la poesía el discurso se
basta a sí mismo y no presupone, más allá de sus límites, los
enunciados del otro. El estilo poético ignora la existencia de una
historicidad, de una determinación social. Todas las intenciones de
sentido se realizan enteramente en su lenguaje, lenguaje que en sí
se manifiesta como propio. Dicho de otro modo, el estilo poético
exige que el poeta asuma constantemente el lenguaje como un lenguaje
inaugural, único. El poeta no puede oponer su conciencia poética y
sus propios proyectos al lenguaje que utiliza. El lenguaje le es dado
desde el interior, a medida que elabora sus intenciones. La unidad y
la unicidad del lenguaje son las condiciones obligatorias de la
individualidad intencional del discurso poético. El prosista, en
cambio, trata de decir en el lenguaje del otro aquello que le
concierne, mide su propio mundo según una escala lingüística
convencional.
En
suma, el poeta, al rechazar el lenguaje literario de la prosa,
intenta crear artificialmente un lenguaje nuevo, único, cerrado en
su profundo ensimismamiento. No hace falta que se transparente por
detrás del lenguaje una figura social (un personaje-narrador). Hay
una sola figura que gravita, la figura del autor responsable de cada
palabra, puesto que cada palabra es asimismo su invención. Por
numerosos que resulten los hilos semánticos, las alusiones, todo
sirve a una sola perspectiva: el movimiento del símbolo poético
está en correlación directa con su objeto. El ritmo, a su vez,
reafirma y subraya el carácter cerrado del lenguaje poético.
Por
tanto, el carácter polifónico de todo enunciado queda obturado en
el discurso poético que retoma el autotelismo que le asignara el
formalismo. Todos los aportes de la estética de Bajtín quedan
bloqueados cuando se enfrenta con la poesía. Sin embargo, sus
planteos respecto de la novela son válidos, salvando las distancias,
para la poesía posterior a Baudelaire. Al menos en esa poesía hay
crítica del lenguaje, es decir, de la visión de mundo que este
lenguaje acarrea, y ruptura de su unicidad en relación con la del
sujeto hablante.
III
El
punto más elevado de los postulados bajtinianos se puede hallar en
«El problema de los géneros discursivos», trabajo escrito en 1953
e incluido posteriormente en el libro Estética
de la creación verbal.
Ahí, Bajtín nos revela que todo enunciado refleja las condiciones
específicas de su producción y el objeto de la esfera de la
actividad humana a la que pertenece, no solamente por su contenido
temático y su estilo verbal, sino también por su composición y
estructura. Los tres aspectos (tema, estilo y estructura) están
vinculados en la totalidad y son determinados por la especificidad de
cada esfera comunicativa. De acuerdo con esto, llamamos géneros
discursivos a los tipos más o menos estables de enunciados
pertenecientes a una determinada esfera de la actividad humana.
Los
géneros discursivos son moldes, protocolos, que sirven para orientar
la comunicación dentro de un ámbito social. Ellos imponen un orden,
un método, sin el cual sería imposible cualquier comunicación.
Ellos, como diría el mismo Bajtín, «son correas de transmisión
entre la historia de la sociedad y la historia de la lengua. Ni un
solo fenómeno nuevo (fonético, léxico, gramatical, etc.) puede ser
incluido en sistema de la lengua sin pasar la larga y compleja vía
de la prueba de elaboración genérica». En otras palabras, los
géneros discursivos representan el nexo en función del cual el
texto se pone en relación con el universo comunicacional que lo
rodea.
Bajtín
propone dos categorías generales que sirven para agrupar los géneros
en primarios (o simples) y secundarios (o complejos). Esta distinción
se plantea en función del grado de complejidad o de elaboración del
género y de su relación con el contexto extraverbal. Así, integran
los géneros primarios todas las formas de la oralidad: diálogos
íntimos, familiares, saludos, preguntas sencillas, expresiones de
deseo, felicitaciones, etc. Estos géneros surgen de la comunicación
discursiva inmediata y para dominarlos no es necesario poseer una
competencia específica, sino que aprendemos a usarlos de manera
«natural». Si los géneros primarios son predominantemente orales,
los secundarios responden a formas predominantemente escritas. Dichos
géneros (novelas, dramas, investigaciones científicas de toda
clase, artículos periodísticos, etc.) surgen en condiciones
comunicacionales culturalmente más complejas y exigen, por tanto,
una organización igualmente codificada. Desde esa perspectiva, El
Quijote
sería apenas un enunciado más elaborado que el locuaz saludo de un
pariente.
Toda
comprensión de un discurso vivo, de un enunciado viviente, supone
asimismo una respuesta. La comprensión activa puede traducirse en
una acción inmediata, o puede quedar por un tiempo en estado de
latencia, para convertirse luego en respuesta, ya que todo lo
escuchado y comprendido será convertido en discursos posteriores y
en conducta.
La
aparición del artículo «El problema de los géneros discursivos»
fue sin dudas un gran aporte para las Ciencias del Lenguaje. A partir
de este trabajo se pudo postular una competencia discursiva que
trabaje con categorías más abstractas —y comunes a tipos
diferentes de discurso— y avanzar sobre la consideración
pragmática de los enunciados (aun los poéticos), ya que se parte de
la idea de que el carácter dialógico del discurso es una propiedad
esencial y común a todos los géneros.
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