lunes, 6 de julio de 2015

La literatura como enunciado. Una aproximación a las teorías de Mijaíl Bajtín Por Flavio Crescenzi

 








[…] debemos incluir en los géneros discursivos tanto las breves réplicas de un dialogo cotidiano […] como un relato (relación) cotidiano, tanto una carta (en todas sus diferentes formas) como una orden militar, breve y estandarizada; igualmente allí entrarían un decreto extenso y detallado, el repertorio bastante variado de los oficios burocráticos […], todo universo de declaraciones públicas […]; pero además tendremos que incluir las manifestaciones científicas, así como todos los géneros literarios (desde un dicho hasta una novela en varios tomos).
Mijaíl Bajtín


I
Probablemente, Mijaíl Bajtín sea un personaje tan heterogéneo como la estética que en vida propuso. Así como se ocupó de problematizar el texto literario, insistiendo en el carácter polifónico del enunciador, en su cualidad dialógica y en la diversidad de géneros discursivos que le son limítrofes, él mismo se nos presenta en la actualidad como un personaje ambiguo. Por un lado, los nombres de Voloshinov y Medvedev ligados al suyo se suponen seudónimos de un mismo crítico amenazado por el estalinismo; por el otro, su teoría no se constituye como un sistema estricto y acabado, sino que germina de una manera similar a la de la creación estética.
Se puede distinguir por lo menos cuatro períodos —períodos, si se quiere, contradictorios— en la obra de este complejo teórico. Estos serían:
  1. El fenomenológico: donde trata la relación autor/héroe como si de una relación entre seres humanos se tratara.
  2. El sociológico: donde prioriza lo social, postulando que el lenguaje y el pensamiento son intersubjetivos.
  3. El lingüístico: donde, en oposición a la lingüística estructural y a la poética formalista, propone una translingüística, es decir, una pragmática, que sostiene que el discurso es un puente que se tiende entre las personas (durante esta época escribe su trabajo sobre Dostoievski).
  4. El histórico-literario: donde expone que la obra literaria es un discurso homogéneo, pero opuesto a las normas lingüísticas generales (durante esta época escribe su libro sobre Rabelais y su teoría de la diversidad de los discursos).
Como podemos apreciar, en la base de la teoría bajtiniana del lenguaje reside el concepto de enunciado, unidad real de la comunicación discursiva que es inherente a sus circunstancias de enunciación. En un texto literario, por ejemplo, se establecen distintos tipos de diálogos: entre el lector y el autor, entre el autor y el héroe, entre los personajes. Por lo general, el enunciado literario se remite a otros enunciados, al mismo tiempo que dialoga con otros enunciados literarios. Esto fue claramente advertido por Bajtín, quien postuló que el texto literario es una forma especial de enunciado que establece, por un lado, un diálogo histórico con el lector, y por el otro, un diálogo poético con las demás obras literarias.
Ahora bien, el lenguaje es también ideología, y la literatura, por tanto, está cargada de valor ideológico. No hay literatura sin lectores y no hay lectores que no estén atravesados por las variables espacio-temporales y con las cargas culturales, históricas y sociales que ellas implican. La literatura contiene una memoria, la de la sociedad, la de un sector social, o, por lo menos, la de quienes escribieron y pudieron transmitir con cierta constancia su memoria. Así pues, el enunciado literario, por el solo hecho de estar dirigido a alguien en un contexto determinado, es social; y el factor ideológico, pasible de ser rastreado en el sentido de la obra.
II
Bajtín no se ocupa del discurso poético sino para diferenciarlo del narrativo, que es el que realmente le interesa. En Estética y teoría de la novela, libro de 1935, dice que en la poesía no se utiliza literariamente la dialogización natural del discurso. En la poesía el discurso se basta a sí mismo y no presupone, más allá de sus límites, los enunciados del otro. El estilo poético ignora la existencia de una historicidad, de una determinación social. Todas las intenciones de sentido se realizan enteramente en su lenguaje, lenguaje que en sí se manifiesta como propio. Dicho de otro modo, el estilo poético exige que el poeta asuma constantemente el lenguaje como un lenguaje inaugural, único. El poeta no puede oponer su conciencia poética y sus propios proyectos al lenguaje que utiliza. El lenguaje le es dado desde el interior, a medida que elabora sus intenciones. La unidad y la unicidad del lenguaje son las condiciones obligatorias de la individualidad intencional del discurso poético. El prosista, en cambio, trata de decir en el lenguaje del otro aquello que le concierne, mide su propio mundo según una escala lingüística convencional.
En suma, el poeta, al rechazar el lenguaje literario de la prosa, intenta crear artificialmente un lenguaje nuevo, único, cerrado en su profundo ensimismamiento. No hace falta que se transparente por detrás del lenguaje una figura social (un personaje-narrador). Hay una sola figura que gravita, la figura del autor responsable de cada palabra, puesto que cada palabra es asimismo su invención. Por numerosos que resulten los hilos semánticos, las alusiones, todo sirve a una sola perspectiva: el movimiento del símbolo poético está en correlación directa con su objeto. El ritmo, a su vez, reafirma y subraya el carácter cerrado del lenguaje poético.
Por tanto, el carácter polifónico de todo enunciado queda obturado en el discurso poético que retoma el autotelismo que le asignara el formalismo. Todos los aportes de la estética de Bajtín quedan bloqueados cuando se enfrenta con la poesía. Sin embargo, sus planteos respecto de la novela son válidos, salvando las distancias, para la poesía posterior a Baudelaire. Al menos en esa poesía hay crítica del lenguaje, es decir, de la visión de mundo que este lenguaje acarrea, y ruptura de su unicidad en relación con la del sujeto hablante.
III
El punto más elevado de los postulados bajtinianos se puede hallar en «El problema de los géneros discursivos», trabajo escrito en 1953 e incluido posteriormente en el libro Estética de la creación verbal. Ahí, Bajtín nos revela que todo enunciado refleja las condiciones específicas de su producción y el objeto de la esfera de la actividad humana a la que pertenece, no solamente por su contenido temático y su estilo verbal, sino también por su composición y estructura. Los tres aspectos (tema, estilo y estructura) están vinculados en la totalidad y son determinados por la especificidad de cada esfera comunicativa. De acuerdo con esto, llamamos géneros discursivos a los tipos más o menos estables de enunciados pertenecientes a una determinada esfera de la actividad humana.
Los géneros discursivos son moldes, protocolos, que sirven para orientar la comunicación dentro de un ámbito social. Ellos imponen un orden, un método, sin el cual sería imposible cualquier comunicación. Ellos, como diría el mismo Bajtín, «son correas de transmisión entre la historia de la sociedad y la historia de la lengua. Ni un solo fenómeno nuevo (fonético, léxico, gramatical, etc.) puede ser incluido en sistema de la lengua sin pasar la larga y compleja vía de la prueba de elaboración genérica». En otras palabras, los géneros discursivos representan el nexo en función del cual el texto se pone en relación con el universo comunicacional que lo rodea.
Bajtín propone dos categorías generales que sirven para agrupar los géneros en primarios (o simples) y secundarios (o complejos). Esta distinción se plantea en función del grado de complejidad o de elaboración del género y de su relación con el contexto extraverbal. Así, integran los géneros primarios todas las formas de la oralidad: diálogos íntimos, familiares, saludos, preguntas sencillas, expresiones de deseo, felicitaciones, etc. Estos géneros surgen de la comunicación discursiva inmediata y para dominarlos no es necesario poseer una competencia específica, sino que aprendemos a usarlos de manera «natural». Si los géneros primarios son predominantemente orales, los secundarios responden a formas predominantemente escritas. Dichos géneros (novelas, dramas, investigaciones científicas de toda clase, artículos periodísticos, etc.) surgen en condiciones comunicacionales culturalmente más complejas y exigen, por tanto, una organización igualmente codificada. Desde esa perspectiva, El Quijote sería apenas un enunciado más elaborado que el locuaz saludo de un pariente.
Toda comprensión de un discurso vivo, de un enunciado viviente, supone asimismo una respuesta. La comprensión activa puede traducirse en una acción inmediata, o puede quedar por un tiempo en estado de latencia, para convertirse luego en respuesta, ya que todo lo escuchado y comprendido será convertido en discursos posteriores y en conducta.
La aparición del artículo «El problema de los géneros discursivos» fue sin dudas un gran aporte para las Ciencias del Lenguaje. A partir de este trabajo se pudo postular una competencia discursiva que trabaje con categorías más abstractas —y comunes a tipos diferentes de discurso— y avanzar sobre la consideración pragmática de los enunciados (aun los poéticos), ya que se parte de la idea de que el carácter dialógico del discurso es una propiedad esencial y común a todos los géneros.


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