5
La literatura es un río de letras y
memoria en el que tanto el lector como el que escribe se sumergen,
quizás para salvarse de la inmediatez de lo real, quizás para
volverse un poco más personas. Leer y escribir son de alguna forma
una misma y gratificante actividad, las dos cabezas de la hidra en la
que se ha transformado, por voluntad o por desidia, la cultura que
dice dictarnos nuestros pasos. No obstante, con el siglo XX
—siglo inquietante, convulso, violento en su fulgor—, murió mi
fe en la Literatura.
Alguna vez dije que el escritor debe estar
comprometido con su época y con una estética que pueda dar cuenta
de esa época. Pues bien, este nuevo siglo que ha empezado no hace
mucho sólo me permite escribir acerca de mí mismo, acerca de la
precaria situación de mi existencia, acerca de la vida de los otros;
pero fundamentalmente, acerca de la literatura, que, como ya dije,
veo que está siempre al borde de la muerte.
9
Los barrios marginales del cielo, la soledad del hambre (esa apostasía temprana de no pertenecer a ningún sitio, esas ascuas), es lo único que me mantiene en vilo ahora que agonizo.
Sé que en realidad pretendo hablar de la pureza, de lo vital perfecto, de cómo puede acercarse uno a la poesía. La poesía —ahora ya me queda claro— es este hombre tendido en medio de la calle, con su hedor a licor rancio y su improvisado lecho de cartón; y el cartón, un discurso secretísimo, una desértica y tímida mortaja.
Es que el hambre sigue anidando en los ojos de aquellos que transitan la indigencia, como una lagaña que se aloja en un telar adoquinado, como una cruda memoria de talco y bisturíes.
No, no hay unidad ni bellezas esenciales, sólo hay poesía, cruda poesía de gresca y latifundios. Y así, de espaldas a esta ciudad perdida y repugnante, poeta del oro y de la juventud que ya no tengo, surco la superficie caída del planeta, la incertidumbre del presente, para poner la obra en marcha hacia algún sitio y, de alguna forma, salir de este limbo pueril de sexo y miedo.
10
La nieve es tiempo diluido, agua de Heráclito, el plumaje
blanco de un pájaro promiscuo. Ver caer la nieve es ver cómo el
tiempo cae, pero cuando la nieve se hace superficie, cuando el suelo
se establece como hielo, se forma un cementerio para arcángeles
donde todos iremos a morir tarde o temprano. Bajo la blancura afable
de la nieve —aun cuando pocas veces haya nevado en mi ciudad— se
diría que sólo duermen vírgenes y ángeles caídos.
La laguna está helada, y el sol es un gran reloj de bronce, un
sol antártico y remoto sobre el piano difunto de las aguas.
Quizá la nieve sea sólo un tiempo blanco, un gato, una
bufanda, en fin, cosas profanas que soñamos los que no tenemos un
lugar adonde ir.
18
De qué planeta extraño o de qué furia, de qué órbita de
polen o de besos, de qué síncopa profana surgió este anómalo
corazón que ya se impone, diámetro o golpe o su juntura, piedra
autorizando un labio mansamente.
20
Salgo de mí para seguir un par de piernas.
Piernas que transitan la intemperie, piernas que son en sí todo el
ocaso.
I
Y entonces apareció la niña, orgullosa de sí misma, fresca y
sagaz como un arroyo, acechada desde todos los rincones del mundo por
las bestias de la muerte. Con su biografía de fruta, con su
sabiduría de ave, la niña hacía hablar a los objetos, a las
esquinas, encontrándole a la tierra agujas misteriosas, espirales de
payaso. Tomados de la mano, nos adentramos con la niña por mil
calles suicidas, por la cintura anónima del tiempo, por las lágrimas
no escritas de un rostro que asciende, jovencísimo, hasta el limbo
exacto de la vida. Un perro nos mira de reojo, como si fuéramos el
ladrido que se escapó de su hueso predilecto.
II
Recuerdo ahora tus ojos desatados, la violenta belleza que te
asiste, lo que tenés de niña, el cuchillo con que cifro tu
tristeza. Recuerdo hoy una candente niña que se me fue ayer con los
fuegos de la luna (entre oro, espumas y cristales), lo que tanto he
querido, hablo de esa penumbra que se teje al día siguiente, cuando
todo ha pasado. Recuerdo hoy, amor, como una tapia, el trayecto que
dejaste sembrado ante mi tiempo; y llorando en lo dulce de la piedra,
ese manto de sombra que te abriga.
III
Me he sumergido una vez más en un agua estival y femenina, en
un líquido de sangre, tránsito y fervores, en un apremio de niña
que no cesa. Esta niña es un cuerpo categórico, ardiente, mórbido
de luna, un cuerpo en el que conseguí al fin desguarnecerme. El
tiempo me la trajo como trae siempre las cosas imprevistas: el tiempo
es un gitano, ya lo he dicho. Nació del agua aquella niña, brotó
de enero, y es sabido que los que afectamos cierta gravedad frente a
un espejo, frente al anónimo rescoldo de mil rostros derogados,
podemos llegar a ser solubles (sí, como pez surrealista u hostia
consagrada) en el agua bendita y profunda del estío.
VI
En atardeceres de viento, en noches de neblina, atravesando una
multitud de ojos imprecisos, circunvalando panaderías y curtiembres,
amenazado por todas las astucias del mundo, llegaba tardísimo a tu
casa. Subía por un ascensor viejo y difícil hasta una habitación
verde donde había peces que colgaban del techo, una canasta con
frutas, reproducciones de pintores cubistas y un libro abierto de
hojas amarillas sobre el que se posaban, como dos bicicletas de
vidrio y agudeza, tus anteojos favoritos de lectura. Todo se
incendiaba en torno a vos, y el fuego, renovado fuego natural donde
ibas poniendo a arder los días, apenas rozaba tu nostalgia. Tu pelo,
partido en dos, peinado por la soledad y el miedo, tus ojos vidriosos
de cansancio, la arcilla apasionada de tu rostro, como una piedra o
un pequeño animal asustadizo, le quitaban a las estaciones
proscriptas su capa de hollín y hechicerías. Cuántos pasos de
rastreador por la ciudad, cuántas leguas de arrebato y desconfianza,
tuve que cruzar guiado por tu canto, criatura solitaria, niña lista,
para que tu mirada finalmente consumiera nuestros cuerpos.
IX
El verano te ha llevado hacia otros soles, hacia otras arboledas
de sombra y espejismos, hacia otras playas exaltadas donde sé que
correré el riesgo de perderte. Y mientras te cantan los espejos de
los grandes almacenes, mientras lucís inocentemente tus bikinis y
piyamas, yo sigo aquí parado en del desorden de tu ausencia,
tropezando con las cosas que dejaste tiradas en tu cuarto,
deshaciendo con los pies los colores, animales, libros y seres de tu
mundo, tan muertos sin vos como yo mismo. Un pizarrón me mira con su
opacidad de siglos, yo podría sin mayores problemas tomar una tiza y
dibujar tu nombre, escribir el salmo adusto de tu vientre, hacer
garabatos sencillos que remitan a tu rostro, pero eso sería de algún
modo convocarte, alterar el cosmos con liturgias, y a decir verdad,
mi niña lista, no me atrevo a tanto.
X
He llorado en silencio por un rostro de niña. Su recuerdo ha
llegado hasta mí, tan de repente, como un meteoro de pestañas y de
ojos, ojos brillosos que, no obstante, ya van tomando un matiz de
noche y lejanía. Recuerdo que en su piel podía sentirse el ardor de
los establos del cielo, es decir, de esos rebaños celestes que
llegan, antes que a los astros, a un vientre de apremios y licencias,
a una hondísima piel vuelta hacia fuera. He llorado en silencio
—llanto que gruñe y lucha— por una lista muchacha de oro y
prisa. El viento se filtra por la lánguida ribera de la tarde, se
encabrita, bestia se vuelve, llora conmigo el caprichoso recuerdo de
una joven que, como un pájaro, languideció de cielo a costa de mi
vida.
Buenos días, corazón que llora y duele y ruge hondo. La mañana
se extiende como una gran condena, como un bergantín encallado en su
mesura. Mis límites (esos rostros de desayuno con tostadas, de
desayuno con jalea y amnesia y desencanto) se han vuelto una
acrobacia que debo violentar a fuerza de suspiros. Mi corazón sale a
la calle usando el collar de un perro muerto, orina los árboles del
parque, sus glorietas por momentos levadizas, y ladra un triste tango
esperando de mi parte una tibieza. Nada es lo mismo desde que mi
cuerpo te recuerda, nada es lo mismo desde que mi corazón le aúlla
a la luna sus cenizas.
Hot House (Charlie Parker & Dizzy
Gillespie)
Dizzy tiene un pájaro trinando dentro de su boca, hace buches
con él, lo centrifuga, le seca las plumas de metal mal aterido hasta
extirparle aleluyas o dulces miramientos. El pájaro sabe que no será
comido; que una mejilla puede ser enorme como un mundo; que el jazz
es un vuelo entre rocas, humo y viento.
Black Velvet
El jazz es un terciopelo oscurecido por el humo, por un
entrechocar de copas sibilantes, por el termómetro abusivo de los
náufragos del ritmo. Un piano se apiada de la tarde, asiste a sus
aromas, los trastoca envolviéndolos en bruma y magnetismo. El jazz
es un gato azul que baila sus gemidos.
St. James Infirmary (Louis Armstrong)
La risa de Louis Armstrong podría derretir cualquier
enfermería, derrumbar las paredes de los hospitales a fuerza de
trompeta y de carisma, de viento y de color a blues difuso. Es
imposible que los doctores no les pidan matrimonio a sus pacientes,
que las enfermeras no hagan un striptease de suero y de
anestesia, que las vendas y el alcohol no sean también un juego de
dientes bulliciosos. La risa de Louis Armstrong sigue sonando en este
país de bruma y humo que es el jazz en donde vivo. Alabada
sea la música que deja.
Blue Moon (Dizzy Gillespie)
La luna era un hueso colgando de mil telas nocturnas, un ojo
cegado por el mármol del tiempo, la derrota del día dentro de un
guante blanquísimo, hasta que vino este hombre de mejillas como
globos a ponerle su azul tan necesario. Ya no habrá palidez para el
satélite, Dizzy, y es por tu culpa.
Almost Blue
Ahora todo es noctívago y perfecto, como la brisa empecinada en
ser bufanda de los mudos, como un sueño imposible para serios que
para mí no es ya una opción, como la nieve doméstica en este mes
acribillado. Diciembre, dije, es el vitalísimo mes de la tristeza y
la blancura. Ay, sonrisa que te me vas entumeciendo.
Out of Nowhere (Charlie Parker)
Qué es lo que perseguimos en los bronces, pájaro de bruma. Qué
norte despiadado hay en tu asombro, en tus trompas de añicos o
jirafas, en el viril colesterol. De qué diamante huiste así de
colorido. Quién te ha besado sino el viento.
So What
Desbarrancándose desde una altura inconcebible, ebrio de fuga y
de aluminio, cuerpo pesado de humo o altibajos, el jazz cae
parado en sus dos cielos. Se queja como una animal enorme y
malherido, a su incandescencia apunta sus tentáculos, enmienda los
errores de tanta pulcritud. Qué láminas dibuja el jazz en su
caída, qué horror o qué silbido le brota a este corazón
atravesado.
.
April in Paris
En París, al llegar abril, los condes abandonan sus claustros
de pompa y de infortunio; montan en su mejor trombón y salen a dar
un espectáculo de swing y taquicardia. Los sonidos llegan
como voces o como ecos beduinos sin arena a la que asirse. Abril es
un incendio de bronce justo a tiempo.
Ballade (Charlie Parker &
Coleman Hawkins)
Sobre qué balada o nube de hierro agigantada vuela este pájaro
prendido a sus enigmas. Se bate a duelo con el aire y con otros
pájaros que asumen su aerodinámica forma de morir; de gris se viste
mientras trina.
Night in Tunisia (Dizzy Gillespie)
Dicen que la luna en Túnez es un alfiler de mármol doblado por
los dientes de Alá; dicen que la noche es el luto que llevan por
ella los lunáticos, los hijos de ese otro mar arcaico que es el
desierto en donde naufraga lo amarillo. Lo cierto es que Dizzy se
comió un pedazo de luna tunecina, mascándolo está desde hace
tiempo y, desde entonces: el Islam, el jazz, las guerras
santas tan arrítmicas.
Epistrophy
No hace falta decir que la lluvia está aplaudiendo sobre todos
los tejados del mundo; que un charco se ha hecho océano al
entregarse a este tren de bronce y de suspiros; que las alimañas han
quedado liberadas para siempre de sus íntimos prejuicios, de su
opacidad de lastre, de su triste augurio depurado; que la alegría a
veces viaja en un vagón sin que la vean.
How High is the Moon
La noche nunca llora y sin embargo sus lutos. La luna, como el
gemido o la carne, como la plenitud del cobre, como el hueso fósil
que fue una bella pierna, como el fuego que se sabe amante del carbón
que se le entrega y lo devora, como la nieve que aún me deben mis
inviernos, es lo único que queda.
Oleo
Y es así como, lentamente, nos vamos volviendo diáspora o
ronquido, alga u óleo devaluado, sombra que abandona la realidad de
su negrura. Transcurrimos ensimismados en un profundísimo racconto,
puente o vicio mnemotécnico, sin más pasión que la que demuestran
los turbantes a las doce de la nada. El alma se apiada de su aroma,
ruge su hambre.
Jazz Crimes
Lo incierto es un país sin oficinas de inmigración ni toscos
aeropuertos. Lo incierto es el crimen perpetrado que no perdona que
el aire me siga llegando a los pulmones, el crimen de sentirse tan
domingo que no alcancen las sandalias que el tiempo nos dejó para
caminar la noche en su manifestación funambulesca. Libérame, jazz,
de esta gloria empotrada entre los ciegos.
In a Sentimental Mood (Duke Ellington & John Coltrane)
El piano es un rubor, un gato, una templanza. Apenas una mueca
de solsticios se divisa desde un ocre, y ya la cortesana seducción
de un bronce impuesto se encarga de estilizar su donjuanismo, se
agita en cada claroscuro midiendo su aflicción. El diálogo se
expande con eso que tienen los amantes de ruin o megalómano, la
música se enarca como una espalda desnudísima.
It Never Entered my Mind
Cómo hacer que entre en mi mente este disturbio, este clima sin
guantes ni misterios, estas morenísimas fraguas ya cimbreando. Cómo
hacer que tu rostro se descuelgue de los cielos como un jinete
absurdo (pálido temblor de noche y riendas, espuela o luna) para que
los pianos agoten su ternura y mueran de saxo y de silencio.
Alabama Jazz Casuals
¿Acaso algo es casual en el jazz aparte de sí mismo? Se
nos antojan levantiscos las notas y el sosiego, ese requiebre
repentino que en síncopa se arropa, ese frío de bronces
kilométricos, y hay más viento provocando cataclismos, verbo que
ruge, aliento que esparce por el aire su fulgor.
- Una selección de prosas poéticas de un libro inédito que todavía no tiene título.
No hay comentarios:
Publicar un comentario