miércoles, 2 de marzo de 2016

Antonio J. González


El arte de pensar por sí mismo



Los vemos a cada rato. Viven en una nube de azufre o espanto. Abren la boca sólo para hablar de la desgracia, la violencia, y el derrumbe del bienestar de todos. Son los ángeles del apocalípsis. Su existencia se nutre de lo más negro, oscuro y miserable de la existencia humana y la sociedad toda. Ellos incluidos. Son pesimistas por naturaleza y para estos personajes el vaso está siempre vacío. No sólo ven el costado sombrío de la realidad, sino que exageran los efectos y los hechos para arrojar sobre nuestro rostro esa visión parcial como una verdad revelada.
Se pueden identificar varios grupos de estos personajes. Unos serían aquellos que creen en lo que dicen y ven la oscuridad y no la luz, tienen una capacidad visual especial que sólo registra las sombras, los miedos, las acechanzas... Formarían parte de la variedad y el carácter multifacético del mundo de los humanos.
Otro grupo sería aquel que no es pero se hace. Es decir que sus duros calificativos sobre la realidad tienen un objetivo nada inocente. Reacciona con agrio gesto ante cualquier circunstancia y el "otro" tiene la culpa siempre, sea el de enfrente, el diferente, el extraño... Y lo hace por alguna razón que no aclara, que oculta, que esconde, porque no quiere que veamos los intereses o los perfiles personales que se tiene.
Otro grupo es el que adolece de ignorancia, inocencia y se contagia con mucha facilidad de cuanta desgracia le confirman y le hace coro sin analizar, sin pensar, sin discernir por sus propios medios de las certezas o errores que puede tener cualquier actitud sombría.
El lector pensará en este punto, que estamos haciendo una reflexión sicoanalítica o sociológica, extraña para esta nota. Pero debemos aclarar que no nos guían tales propósitos, sino la de reflexionar y acompañar la capacidad de análisis de los lectores, para que todos sepamos separar la paja del trigo, la penumbra de la luz, la verdad de la mentira. Nos venden tantos buzones a cada rato, que ya dudamos de cualquier cosa. Nos convertimos, por inducción, en motores del desánimo y la visión catastrófica de lo que vivimos.
Cada uno de nosotros tiene la posibilidad de pensar por sí mismo y es un milagro que debemos conservar en buen estado, porque sólo él nos puede salvar del desacierto, el error o la pésima intención. Cualesquiera sean las ideas, las posiciones y los pensamientos. La diversidad es parte de la verdad.
Se trata solamente de evitar la mala onda y el gesto descalificador injustificado. Deberían erradicarse de nuestra visión de la economía, de la historia, de la política, de las relaciones humanas, para poder ver lo bueno y lo malo, y no solamente un solo lado de la realidad.
Es bueno comprobar el real contenido del vaso, con lo que tiene y le falta. Sin presunciones anticipadas…
Lo sabemos, no es tarea fácil. Pero vale la intención y la sinceridad del abordaje. Lo demás, es parte de nuestra propia línea de pensamiento. Y allí cada uno tiene derecho a la recta, la curva y las variantes más insólitas.

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